lunes, 18 de marzo de 2013

Doménico Losurdo sobre Stalin





Doménico Losurdo. Stalin: historia y crítica de una leyenda negra, Barcelona, El viejo Topo, 2011.
Jaime Ortega Reyna

No hay duda de que Doménico Losurdo, filósofo italiano de gran trayectoria, es uno de los intelectuales más interesantes y polémicos del medio marxista de su país. En español apenas algunas obras han sido traducidas: en Argentina se publicó su trabajo sobre Heidegger y el concepto de comunidad; y recientemente una serie de ensayos sobre las revoluciones en Rusia y China[1]; en España se tradujo su trabajo sobre el Lenguaje del Imperio, su Contra-historia del liberalismo y muy recientemente un trabajo sobre Kant. En México la revista Dialéctica ha publicado algunos artículos de su autoría que merecen la pena ser leídos para comprender el contexto del texto que aquí reseñamos[2]. Además de estos trabajos, Losurdo ha ganado relevancia por su profundo conocimiento de la situación de la China actual, pero también por sus trabajos filosóficos sobre Hegel, Nietzsche, Gandhi y Marx sólo publicados en Europa. Tristemente su trabajo sobre Gramsci no ha sido traducido al español, aun cuando data de finales de los años noventa.
            Pues bien, recientemente la conocida editorial el Viejo Topo ha decidido publicar el que quizá sea el más polémico de todos sus trabajos: un libro de revisión historiográfica en torno a la figura de Stalin. Dicho libro, publicado en Italia en 2008, levantó un revuelo impresionante en la prensa y los medios académicos y políticos de izquierda[3]. Dicha polémica podría ocupar todo un artículo sobre las tendencias actuales de la izquierda italiana. Sin embargo en esta modesta reseña apuntamos algunos de los principales nudos problemáticos que el libro de Losurdo afronta, tomando en cuenta las dos reseñas más importantes en español: la de Salvador López Arnal aparecida en varias entregas en Rebelión y la del también prolífico y reconocido intelectual italiano Antonio Infranca publicada en la revista Herramienta .
            Stalin ha sido la figura negra del comunismo a nivel mundial. Para Losurdo, gran parte de la historiografía que se construye en torno a su figura adolece de serías deformaciones, no sólo en un plano metodológico o académico, sino francamente asumen la forma de mentiras o difamaciones, que se han trasmitido y se seguirán trasmitiendo como lugar común, lo que ha resultado en una historiografía poco crítica o, insistimos, francamente fantasiosa de algunos momentos de la historia. El clímax de dichas deformaciones es el intento, constante, repetido y apabullante que equipara a Hitler y el fascismo, con Stalin y el comunismo.
Losurdo demuestra las falsedades de “lugares comunes” en la historiografía, enumeramos algunos de ellos:
1) La supuesta “crisis” inmediata a la invasión alemana, que presenta a un Stalin golpeado emocionalmente ante la traición de su “aliado”, lo cual se orienta hacia una devaluación de su papel como dirigente del Estado que venció al nazismo, en gran medida sin la ayuda de occidente que se negó, sistemáticamente, a la apertura del segundo frente, lo que resultó en terribles pérdidas humanas y materiales para el país de los soviets.
2) La supuesta política “anti judía” y anti “naciones” que él, teórico de las nacionalidades del Partido Comunista, habría llevado a cabo; para Losurdo éste mito se deconstruye no sólo cuando observa varias olas de intelectuales judíos o de distintas nacionalidades (como por ejemplo la ucraniana) a la política de las nacionalidades —que resulta mucho más mediada y aceptable que la planteada por Rosa Luxemburgo, por ejemplo— y sobre todo por la promoción de los judíos en el aparato estatal (no sólo de Rusia, sino también en países como Polonia o la entonces Checoslovaquia) y finalmente en la creación del Estado isralelí, así como la promoción de élites políticas nacionales en el conjunto de las repúblicas.
3) La versión del “Archipiélago Gulag”. Losurdo enfrenta este relato que occidente y la Guerra fría necesitaron y crearon, alejándose de las condiciones que dan sentido a una represión política existente y que reconoce abiertamente, pero no como el producto de la locura de un individuo, sino basándose en que el Estado construido después de la Revolución de Octubre se creó a partir de un estado de excepción y una guerra internacional impuesta por las potencias imperialistas y por enemigos internos declarados. En éste sentido cobra relevancia el hecho de que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) no era un país que estuviese blindado del sabotaje y el terrorismo que, por ejemplo, los diversos grupos opositores llevaban a cabo —activos y financiados por diversas vías. En este caso, el interés de Losurdo es contextualizar el lugar de la represión y desmitificar la típica versión liberal occidental que achaca todo a la irracionalidad de un personaje.
4) Al igual que el “Archipiélago Gulag”, Losurdo afronta el problema que implica todo el proceso de industrialización y desarrollo que le da sentido al abandono de la NEP (Nueva Política Económica) para abastecer alimentariamente las ciudades y restablecer tendencias igualitarias procedentes de un momento mesiánico, todavía muy propio del proceso inmediato a 1917, sobre todo visualizando la siempre constante amenaza de intervención, en éste sentido también juega un papel importante el pacto Germano-soviético como franca estrategia para ganar tiempo no sólo en la construcción de la maquinaria de guerra, sino sobre todo para el ordenamiento del ejército —y no su supuesto “descabezamiento”— y sobre todo para el traslado de la industria hacia la parte más alejada del frente, cuestión que, por ejemplo, Rodric Braithwaite había descrito con mucha precisión e incluso emotividad.[4]

            El conjunto de tópicos que expone Losurdo en su obra tiene un sentido más amplio: demostrar que la visión actualmente difundida, conocida y reproducida de Stalin —un salvaje, antisemita, carente de todo intelecto y escrúpulo— es en realidad una construcción que no soporta ningún tipo de análisis serio, cuya finalidad es política, equiparando el fascismo y el comunismo o bien, presentando a Hitler y Stalin como pares antioccidentales —posición que asume incluso Trotsky, aunque en un formato donde ambos resaltan como enemigos de la revolución mundial. Dicho equiparamiento, cuya inspiración es francamente política, se construye al calor de la Guerra fría y se basa en mentiras o verdades a medias.
            El argumento de Losurdo es más radical, expuesto en sus últimos capítulos, demuestra como los “crímenes del comunismo” —tan famosos después del Libro negro del comunismo— no son sino expresiones de un tipo de política que surge y se desarrolla plenamente en el occidente liberal: la modernidad es profundamente colonial y en su colonialidad, lleva a cabo todos aquellos crímenes que, la mayor parte de las veces achaca al comunismo: en occidente se inventan, por ejemplo, los campos de concentración, el trabajo forzado y la subalternización de sujetos a partir de la raza o del género, algo que en la urss buscó erradicar desde el triunfo de la revolución. Es en occidente en donde el despliegue de su colonialidad, inventa esos crímenes que luego denunciará como los del mundo no occidental. Sus ejemplos más paradigmáticos son los de la política colonial de Inglaterra, Estados Unidos y otros países tradicionalmente considerados como “democrático”. ¿Esto niega o exculpa los crímenes cometidos en la urss? No, dice Losurdo, pero sí devela la hipocrecía del discurso occidental liberal al denunciar como crimen lo que es práctica cotidiana desde hace casi cinco siglos.
            Por el contrario, es el comunismo el elemento que da vuelta a la política mundial al ser la gran aspiración del mundo colonial y de los colonizados por la liberación. El gran evento del siglo xx —la descolonización del mundo— no es sino una continuidad de la Revolución rusa y del comunismo como aspiración de emancipación.
            No se trata de un texto que afronte estas problemáticas desde una posición sencilla ni de convicción, pues en tanto que trabajo historiográfico tiene que recurrir a notables y conocidos historiadores. Por sus páginas desfilarán autores lejanos a cualquier encuadramiento ideológico de izquierda como Volkogonov, Furet, Figes, Fitzpatrick, Conquest; el nacionalismo ruso encarnado en Medvedev[5] y Zinoviev, así como otros historiadores de la era soviética más objetivos (Lewin), de tendencia trotskista (Broué) o teóricos liberales como Arendt, Bobbio o Croce. Losurdo los hace hablar para demostrar las inconsistencias, las contradicciones y la forma en que se han construido mitos alrededor del personaje.
            Sin duda alguna faltan referencias, por ejemplo la monumental biblia stalinista escrita por el político belga Ludo Martens[6]. De igual forma hubiera sido bueno contrastar la vasta bibliografía de Losurdo y sus conclusiones con la historiografía del actual stablishment conservador o crítico, me refiero a las biografías que han producido dos conocidos expertos en occidente sobre ésta historia: el inglés Robert Service y el trotskista francés Jean-Jacques Marie. Ambos han publicado en tiempos más o menos recientes y paralelos trilogías biográficas en torno a Lenin, Stalin y Trotsky, desde dos posiciones políticas distintas pero al menos en la biografía de Stalin con resultados similares.

El texto de Losurdo ha sido recibido de diversas formas: para algunos se trata de una franca –e imperdonable- reivindicación stalinista, para otros revela lo central del problema de la democracia en el pensamiento socialista (Infranca), en general ha sido considerado un trabajo serio y un reto, intelectual y político. Reto que rompe con los mitos y los lugares comunes, pero también con lo “políticamente correcto”. Sin ninguna loa, ni alabanza fuera de lugar y en un arduo trabajo de reconstrucción historiográfica Losurdo pone el dedo sobre la llaga: como una tradición política que fue tan potente, ha cavado su propia tumba al renegar y no pelear por el legado histórico que llevó adelante. Lo que muestra es que el legado fue expropiado en la investigación histórica y la teorización política a favor de posiciones conservadoras. Aunque políticamente incorrecto, a veces es necesario reconocer que incluso ahí en donde “la historia camina por el lado malo” hay necesidad y vale la pena reconstruir el largo camino andado.

Referencias
Braithwaite Rodric, Moscú 1941. Una ciudad y su pueblo en guerra. Barcelona, Crítica, 2006.
Losurdo Doménico, “Para una crítica de la categoría del Totalitarismo”, en Dialéctica núm. 36, Puebla, México, invierno de 2004
Losurdo Doménico,  “El origen norteamericano de la ideología del Tercer Reich. Guerra preventiva, americanismo y antiamericanismo”, en Dialéctica núm. 38, Puebla, México, invierno de 2006.
Medvedev Zhores y Medvedev Roy, El Stalin desconocido. Barcelona, Crítica, 2005.
Ortega Reyna, Jaime “El comunismo y las fugas de la historia” en Memoria núm. 245, México, 2010.



[1] Véase “El comunismo y las fugas de la historia” en Memoria, núm. 245.
[2] Véanse “El origen norteamericano de la ideología del Tercer Reich. Guerra preventiva, americanismo y antiamericanismo”, en Dialéctica núm. 38 y “Para una crítica de la categoría del Totalitarismo”, en Dialéctica núm. 36.
[3] Lo que llevó a que en su página web fuese destinado todo un espacio para seguir la discusión <http://domenicolosurdopolemicastalin.blogspot.com/>. Consultado en mayo de 2011.
[4]Braithwaite, Moscú 1941. Una ciudad y su pueblo en guerra.
[5] Los hermanos  Medvedev habían adelantado ya algo en su El Stalin desconocido
[6]Martens, Otra visión sobre Stalin.

sábado, 12 de enero de 2013

Vargas Lozano sobre Taking Socialism


Taking Socialism Seriously
Tomando el socialismo seriamente
Editado por Anatole Anton y Richard Schmitt
Lexington Books, 2012. USA

Anatole Anton y Richard Schmitt, profesores de la San Francisco State University y Worcester State University, respectivamente, así como fundadores de la Radical Philosophy Association en los Estados Unidos, publican ahora este libro con diez ensayos en donde vuelven a reflexionar sobre el tema del socialismo. La primera ocasión fue mediante el libro, también colectivo y publicado tanto en inglés como en español bajo el título, Hacia un nuevo socialismo (El Viejo Topo, Barcelona, 2011).
Anatole y Richard, viejos amigos de dialéctica, consideran en el prólogo que el capitalismo no ha cumplido ninguna de sus promesas; la diferencia entre ricos y pobres es cada vez más profunda, los resultados electorales son cuestionables; la corrupción pública crece; la moribunda democracia al igual que la economía ascienden y colapsan. El capitalismo no trajo seguridad ni paz ni en casa ni fuera de casa y en cambio, nos envuelve en interminables guerras y masacres. Cada día hay una intensa amenaza al medio ambiente y a la supervivencia humana en la tierra. Lo mismo pasa con los problemas de raza e igualdad de género.
“Abrumados por estas realidades, pensamos que el socialismo es claramente lo que el mundo necesita –dicen en el prólogo- pero al mismo tiempo encontramos que la literatura anticapitalista tiene poco que decirnos sobre las características detalladas de una sociedad socialista”. Es por ello que convocaron a un grupo de investigadores y activistas para abordar esta importante temática.
En general, cuando se pregunta sobre el socialismo, -siguen diciendo en el prólogo- la respuestas son fantasías o wishful thinking. Lo que se requiere es definir las  “instituciones alternativas que puedan ser construidas en el presente” No solo debemos preguntarnos como imaginamos un mundo mejor sino como lo vamos a construir mediante un proceso de reconstrucción de nosotros y de nuestras relaciones sociales.
El socialismo ha estado en la agenda por cerca de 200 años. Empezó siendo un lucha por una sociedad basada en la cooperación , igualdad económica y derechos políticos.
“Asociado con la teoría marxista de la historia, el socialismo devendría en el estado futuro que seguiría al capitalismo una vez que “dicho modo de producción llegara a su inevitable desaparición”.
Aquí hay un primer problema que sería interesante analizar, diría por mi cuenta. En el Marx maduro, a diferencia del Marx joven influido por Hegel, no habría un “inevitable” sino que habría la alternativa de “socialismo o barbarie”.
El socialismo llamado realmente existente, bajo el modelo de la URSS, devino lo opuesto a una sociedad en donde los medios de producción son privados. Por diversas razones, el estado se convirtió en propietario y director de la economía. Esta concepción fue puesta en práctica por diversos  experimentos socialistas que fallaron desastrosamente. Por mi parte diría que justamente aquí está una de las claves del problema: por un lado, Marx no desarrolló una teoría sobre lo que sería el socialismo sino tan solo expuso algunas ideas que deberían haber sido recreadas por aquellos que intentaron fundar el socialismo. El análisis de lo que ocurrió en la URSS es central: se abolió la propiedad privada de los medios de producción y pasó a ser administrada por el Estado, sin embargo, este Estado no fue democrático y por el contrario, se volvió burocrático. Aquí el problema es ¿por qué se volvió burocrático y dictatorial.
“Las teorías dominantes sobre el socialismo derivaron de la filosofía marxiana de la historia que hizo predicciones claramente falsas”. El ejemplo que ponen los editores del libro es que  desde el siglo XIX los socialistas predijeron el inminente colapso del capitalismo y la victoria de la clase trabajadora. Ninguno de las dos predicciones ha ocurrido. De igual modo, los socialistas recomendaron estrategias que no funcionaron; organizaron sindicatos que se volvieron anti-comunistas; organizaron partidos socialistas que devinieron soportes incondicionales del capitalismo; hablaron de solidaridad internacional y ésta se terminó con la Primera Guerra Mundial; crearon escuelas y familias que reprodujeron el autoritarismo.
Nadie puede desmentirlos porque son hechos. Lo que pasa es que: 1) muchos socialistas no profundizaron en el legado de Marx que, en su etapa madura, insisto, no sostiene un determinismo. Hobsbawm demostró, en su prólogo a los Formen, (Formaciones económicas pre-capitalistas, texto que integra los Grudrisse) que Marx no sostenía una filosofía de la historia y que, por el contrario, el desarrollo histórico era para el clásico, desigual y combinado. Lo que no cabe duda era que muchos de los seguidores de Marx se equivocaron en sus predicciones y aún Marx mismo desestimó la capacidad de supervivencia del capitalismo, a pesar de que ya hubiera llegado a una contradicción mayor entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que exigía un cambio. La clave aquí estuvo en que, por un lado, se desarrolló la política keynesiana que permitió suavizar las contradicciones entre ricos y pobres (estrategia que ahora se está  eliminando por medio del neoliberalismo); la corrupción de los dirigentes de las clases trabajadoras (que en el caso de México se les convirtieron en partes integrantes del poder mediante el corporativismo) y los intensos procesos de enajenación que se vieron superlativamente aumentados por la introducción de las nuevas tecnologías en la información y comunicación controladas por grandes transnacionales.    
Los autores del prólogo consideran que la concepción del socialismo asociado con la teoría marxista tradicional de la historia (yo diría, con esta teoría marxista mecanicista y economicista a la que no puede ser reducida toda la teoría marxista que inclusive se encuentra en contra de estas posturas) ha perdido legitimidad. “Pensando sobre el socialismo y habiendo sido asociada estrechamente con la teoría marxista, ésta se encuentra desorganizada.
Por otro lado, los prologuistas siguen diciendo que muchos teóricos  de hoy siguen a Eduard Bernstein y niegan la inevitabilidad del colapso del capitalismo confiando en que se producirán cambios mediante la democracia, tal y como se está practicando en el capitalismo y por tanto, afirman que si no se espera que caiga el capitalismo es altamente improbable que se substituya por el socialismo. Por tanto, los proyectos anti-capitalistas deben ser orientados: en vez de tratar de organizar una concepción entera de la nueva sociedad, “nuestra tarea como enemigos del capitalismo es desarrollar proyectos que puedan restringir la dominación del capitalismo y sus valores”. No se puede cambiar todo y menos en un periodo corto. Los enemigos del capitalismo deben tener una enorme inventiva en pensar los cambios específicos que hay que llevar a la práctica.
Si no pensamos el socialismo en concretas encarnaciones nuestras descripciones pueden permanecer utópicas. Necesitamos preguntarnos sobre estrategias concretas de transformación; pensar como construir las instituciones socialistas y como hacerlas viables; tomar nota de las propuestas para actuar en contra de los efectos nocivos del capitalismo en lo económico, lo político, lo social y lo ecológico. Necesitamos comprometernos en la resistencia concreta
Los dos temas fundamentales son: la naturaleza del socialismo y la transición del capitalismo al socialismo.
En el prólogo al libro, los editores condensan en breves tesis, lo desarrollado ampliamente por los autores de los ensayos:
Richard Schmitt, ha publicado libros y artículos sobre Marx, Engels, Heidegger, la, alienación y la teoría política en general. Su texto se llama “25 cuestiones sobre el socialismo”
Plantea qué es el socialismo y qué forma tomará la transición
Dice que no es suficiente hablar de democracia en términos generales y que es necesario marcar la diferencia con la llamada “democracia” bajo el capitalismo.
Milton Fisk, profesor emérito de Indiana University, ha escrito sobre metafísica ética y política . Ha propuesto la noción de public goods (bienes públicos) como parte central de la ética. Su texto se llama “En defensa del marxismo”. Sostiene que el socialismo no es meramente un medio para terminar los daños económicos del capitalismo. Se opone a la idea de describir el socialismo hablando exclusivamente de todo lo que es bueno y noble. El socialismo es necesario y urgente ya que el capitalismo se dirige al desastre. Hay que construir la cohesión social promoviendo la democracia en diferentes áreas de la vida. Hay que adelantarse al colapso
David Schweickart,  profesor de filosofía de Loyola University, Chicago, su último libro se titula After capitalism. En el socialismo las decisiones tendrán que ser extendidas a la economía. Mercado e bienes y servicios. No habrá mercado del trabajo o de inversión de capital. Los trabajadores serán propietarios y directores de su lugares de trabajo Habrá un proceso político democrático de la toma de decisiones.

Ann Ferguson , filosofa feminista, profesora emérita en la Universidad de Massachusetts, Amherst, autora de varios libros. En su colaboración titulada “Romantic Couple Love, the Affective Economy, and Socialist Feminist Vision” considera que en el capitalismo hay obstáculos para la igualdad de género.
Dice que hay diferentes relaciones afectivas sexuales: la pareja romántica tradicional implica desigualdad ya que la mujer produce afecto y el hombre lo consume. El tema es otras formas de amor que impliquen igualdad de género.
En otro trabajo, se habla también de la naturaleza humana que impediría el socialismo. Hay diversas concepciones de la “naturaleza humana”: los marxistas dicen que no hay tal cosa y que depende de la historia y las condiciones sociales. Otras posiciones luchan en contra de la tesis de que la naturaleza humana hace imposible al socialismo. En su trabajo, “Human nature and Socialism: Taking Human Nature Seriously”  Karsten J. Struhl, quien enseña flosofía política e intercultural en John Jay College of Criminal Justice y New School University, reflexiona sobre el tema: sobre la postura de Freud de que la naturaleza humana incluye el instinto agresivo; la tesis de que la conducta humana está determinada por factores biológicos y la teoría de la evolución.
   Richard Schmitt en “Socialist Solidarity” dice que no se ha discutido ampliamente el concepto de solidaridad. La solidaridad de los kibbutzim fallaron por no tener una idea de que era. Al principio se sostuvo el lema de “a cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad”, pero no supieron transladar el principio a las instituciones concretas. El problema es como poner en práctica las ideas socialistas.

Tony Smith  profesor de filosofía de Iowa University, autor de ensayos marxistas , filosofía de la tecnología y teoría social, en su contribución titulada: “Is Socialism Relevant in the “Networked Information Age? A critical Assesment of the Wealth of Networks” critica la tesis de que el nuevo modo de producción estaría lbre de mercantilización y explotación. El socialismo es creado por diferentes proyectos, animado y ejecutado por diferentes movimientos sociales

John L. Hammond, activista contra las intervenciones norteamericanas en Viet Nam e Iraq. Autor de varios libros sobre movimientos sociales. Enseña sociología en Hinter College y en el Centro de Graduados de la Universidad de la ciudad de Nueva York.  “Social Movements and Strugles for Socialism” hay muchos movimientos pero estos ¿apuntan hacia el socialismo?
La discusión sobre que debe ser el socialismo; cuáles han sido los problemas que han surgido en el intento de su realización; hasta dónde llega la teoría de Marx y cuáles son sus tergiversaciones o enriquecimientos por el marxismo posterior; como es posible construir un auténtico socialismo democrático, son algunos de los temas que es necesario despejar hoy para buscar una solución a la crisis a que nos está llevando el capitalismo. Este es un libro que nos proporciona una buena base para el debate.

 Gabriel Vargas Lozano