lunes, 18 de marzo de 2013

Doménico Losurdo sobre Stalin





Doménico Losurdo. Stalin: historia y crítica de una leyenda negra, Barcelona, El viejo Topo, 2011.
Jaime Ortega Reyna

No hay duda de que Doménico Losurdo, filósofo italiano de gran trayectoria, es uno de los intelectuales más interesantes y polémicos del medio marxista de su país. En español apenas algunas obras han sido traducidas: en Argentina se publicó su trabajo sobre Heidegger y el concepto de comunidad; y recientemente una serie de ensayos sobre las revoluciones en Rusia y China[1]; en España se tradujo su trabajo sobre el Lenguaje del Imperio, su Contra-historia del liberalismo y muy recientemente un trabajo sobre Kant. En México la revista Dialéctica ha publicado algunos artículos de su autoría que merecen la pena ser leídos para comprender el contexto del texto que aquí reseñamos[2]. Además de estos trabajos, Losurdo ha ganado relevancia por su profundo conocimiento de la situación de la China actual, pero también por sus trabajos filosóficos sobre Hegel, Nietzsche, Gandhi y Marx sólo publicados en Europa. Tristemente su trabajo sobre Gramsci no ha sido traducido al español, aun cuando data de finales de los años noventa.
            Pues bien, recientemente la conocida editorial el Viejo Topo ha decidido publicar el que quizá sea el más polémico de todos sus trabajos: un libro de revisión historiográfica en torno a la figura de Stalin. Dicho libro, publicado en Italia en 2008, levantó un revuelo impresionante en la prensa y los medios académicos y políticos de izquierda[3]. Dicha polémica podría ocupar todo un artículo sobre las tendencias actuales de la izquierda italiana. Sin embargo en esta modesta reseña apuntamos algunos de los principales nudos problemáticos que el libro de Losurdo afronta, tomando en cuenta las dos reseñas más importantes en español: la de Salvador López Arnal aparecida en varias entregas en Rebelión y la del también prolífico y reconocido intelectual italiano Antonio Infranca publicada en la revista Herramienta .
            Stalin ha sido la figura negra del comunismo a nivel mundial. Para Losurdo, gran parte de la historiografía que se construye en torno a su figura adolece de serías deformaciones, no sólo en un plano metodológico o académico, sino francamente asumen la forma de mentiras o difamaciones, que se han trasmitido y se seguirán trasmitiendo como lugar común, lo que ha resultado en una historiografía poco crítica o, insistimos, francamente fantasiosa de algunos momentos de la historia. El clímax de dichas deformaciones es el intento, constante, repetido y apabullante que equipara a Hitler y el fascismo, con Stalin y el comunismo.
Losurdo demuestra las falsedades de “lugares comunes” en la historiografía, enumeramos algunos de ellos:
1) La supuesta “crisis” inmediata a la invasión alemana, que presenta a un Stalin golpeado emocionalmente ante la traición de su “aliado”, lo cual se orienta hacia una devaluación de su papel como dirigente del Estado que venció al nazismo, en gran medida sin la ayuda de occidente que se negó, sistemáticamente, a la apertura del segundo frente, lo que resultó en terribles pérdidas humanas y materiales para el país de los soviets.
2) La supuesta política “anti judía” y anti “naciones” que él, teórico de las nacionalidades del Partido Comunista, habría llevado a cabo; para Losurdo éste mito se deconstruye no sólo cuando observa varias olas de intelectuales judíos o de distintas nacionalidades (como por ejemplo la ucraniana) a la política de las nacionalidades —que resulta mucho más mediada y aceptable que la planteada por Rosa Luxemburgo, por ejemplo— y sobre todo por la promoción de los judíos en el aparato estatal (no sólo de Rusia, sino también en países como Polonia o la entonces Checoslovaquia) y finalmente en la creación del Estado isralelí, así como la promoción de élites políticas nacionales en el conjunto de las repúblicas.
3) La versión del “Archipiélago Gulag”. Losurdo enfrenta este relato que occidente y la Guerra fría necesitaron y crearon, alejándose de las condiciones que dan sentido a una represión política existente y que reconoce abiertamente, pero no como el producto de la locura de un individuo, sino basándose en que el Estado construido después de la Revolución de Octubre se creó a partir de un estado de excepción y una guerra internacional impuesta por las potencias imperialistas y por enemigos internos declarados. En éste sentido cobra relevancia el hecho de que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) no era un país que estuviese blindado del sabotaje y el terrorismo que, por ejemplo, los diversos grupos opositores llevaban a cabo —activos y financiados por diversas vías. En este caso, el interés de Losurdo es contextualizar el lugar de la represión y desmitificar la típica versión liberal occidental que achaca todo a la irracionalidad de un personaje.
4) Al igual que el “Archipiélago Gulag”, Losurdo afronta el problema que implica todo el proceso de industrialización y desarrollo que le da sentido al abandono de la NEP (Nueva Política Económica) para abastecer alimentariamente las ciudades y restablecer tendencias igualitarias procedentes de un momento mesiánico, todavía muy propio del proceso inmediato a 1917, sobre todo visualizando la siempre constante amenaza de intervención, en éste sentido también juega un papel importante el pacto Germano-soviético como franca estrategia para ganar tiempo no sólo en la construcción de la maquinaria de guerra, sino sobre todo para el ordenamiento del ejército —y no su supuesto “descabezamiento”— y sobre todo para el traslado de la industria hacia la parte más alejada del frente, cuestión que, por ejemplo, Rodric Braithwaite había descrito con mucha precisión e incluso emotividad.[4]

            El conjunto de tópicos que expone Losurdo en su obra tiene un sentido más amplio: demostrar que la visión actualmente difundida, conocida y reproducida de Stalin —un salvaje, antisemita, carente de todo intelecto y escrúpulo— es en realidad una construcción que no soporta ningún tipo de análisis serio, cuya finalidad es política, equiparando el fascismo y el comunismo o bien, presentando a Hitler y Stalin como pares antioccidentales —posición que asume incluso Trotsky, aunque en un formato donde ambos resaltan como enemigos de la revolución mundial. Dicho equiparamiento, cuya inspiración es francamente política, se construye al calor de la Guerra fría y se basa en mentiras o verdades a medias.
            El argumento de Losurdo es más radical, expuesto en sus últimos capítulos, demuestra como los “crímenes del comunismo” —tan famosos después del Libro negro del comunismo— no son sino expresiones de un tipo de política que surge y se desarrolla plenamente en el occidente liberal: la modernidad es profundamente colonial y en su colonialidad, lleva a cabo todos aquellos crímenes que, la mayor parte de las veces achaca al comunismo: en occidente se inventan, por ejemplo, los campos de concentración, el trabajo forzado y la subalternización de sujetos a partir de la raza o del género, algo que en la urss buscó erradicar desde el triunfo de la revolución. Es en occidente en donde el despliegue de su colonialidad, inventa esos crímenes que luego denunciará como los del mundo no occidental. Sus ejemplos más paradigmáticos son los de la política colonial de Inglaterra, Estados Unidos y otros países tradicionalmente considerados como “democrático”. ¿Esto niega o exculpa los crímenes cometidos en la urss? No, dice Losurdo, pero sí devela la hipocrecía del discurso occidental liberal al denunciar como crimen lo que es práctica cotidiana desde hace casi cinco siglos.
            Por el contrario, es el comunismo el elemento que da vuelta a la política mundial al ser la gran aspiración del mundo colonial y de los colonizados por la liberación. El gran evento del siglo xx —la descolonización del mundo— no es sino una continuidad de la Revolución rusa y del comunismo como aspiración de emancipación.
            No se trata de un texto que afronte estas problemáticas desde una posición sencilla ni de convicción, pues en tanto que trabajo historiográfico tiene que recurrir a notables y conocidos historiadores. Por sus páginas desfilarán autores lejanos a cualquier encuadramiento ideológico de izquierda como Volkogonov, Furet, Figes, Fitzpatrick, Conquest; el nacionalismo ruso encarnado en Medvedev[5] y Zinoviev, así como otros historiadores de la era soviética más objetivos (Lewin), de tendencia trotskista (Broué) o teóricos liberales como Arendt, Bobbio o Croce. Losurdo los hace hablar para demostrar las inconsistencias, las contradicciones y la forma en que se han construido mitos alrededor del personaje.
            Sin duda alguna faltan referencias, por ejemplo la monumental biblia stalinista escrita por el político belga Ludo Martens[6]. De igual forma hubiera sido bueno contrastar la vasta bibliografía de Losurdo y sus conclusiones con la historiografía del actual stablishment conservador o crítico, me refiero a las biografías que han producido dos conocidos expertos en occidente sobre ésta historia: el inglés Robert Service y el trotskista francés Jean-Jacques Marie. Ambos han publicado en tiempos más o menos recientes y paralelos trilogías biográficas en torno a Lenin, Stalin y Trotsky, desde dos posiciones políticas distintas pero al menos en la biografía de Stalin con resultados similares.

El texto de Losurdo ha sido recibido de diversas formas: para algunos se trata de una franca –e imperdonable- reivindicación stalinista, para otros revela lo central del problema de la democracia en el pensamiento socialista (Infranca), en general ha sido considerado un trabajo serio y un reto, intelectual y político. Reto que rompe con los mitos y los lugares comunes, pero también con lo “políticamente correcto”. Sin ninguna loa, ni alabanza fuera de lugar y en un arduo trabajo de reconstrucción historiográfica Losurdo pone el dedo sobre la llaga: como una tradición política que fue tan potente, ha cavado su propia tumba al renegar y no pelear por el legado histórico que llevó adelante. Lo que muestra es que el legado fue expropiado en la investigación histórica y la teorización política a favor de posiciones conservadoras. Aunque políticamente incorrecto, a veces es necesario reconocer que incluso ahí en donde “la historia camina por el lado malo” hay necesidad y vale la pena reconstruir el largo camino andado.

Referencias
Braithwaite Rodric, Moscú 1941. Una ciudad y su pueblo en guerra. Barcelona, Crítica, 2006.
Losurdo Doménico, “Para una crítica de la categoría del Totalitarismo”, en Dialéctica núm. 36, Puebla, México, invierno de 2004
Losurdo Doménico,  “El origen norteamericano de la ideología del Tercer Reich. Guerra preventiva, americanismo y antiamericanismo”, en Dialéctica núm. 38, Puebla, México, invierno de 2006.
Medvedev Zhores y Medvedev Roy, El Stalin desconocido. Barcelona, Crítica, 2005.
Ortega Reyna, Jaime “El comunismo y las fugas de la historia” en Memoria núm. 245, México, 2010.



[1] Véase “El comunismo y las fugas de la historia” en Memoria, núm. 245.
[2] Véanse “El origen norteamericano de la ideología del Tercer Reich. Guerra preventiva, americanismo y antiamericanismo”, en Dialéctica núm. 38 y “Para una crítica de la categoría del Totalitarismo”, en Dialéctica núm. 36.
[3] Lo que llevó a que en su página web fuese destinado todo un espacio para seguir la discusión <http://domenicolosurdopolemicastalin.blogspot.com/>. Consultado en mayo de 2011.
[4]Braithwaite, Moscú 1941. Una ciudad y su pueblo en guerra.
[5] Los hermanos  Medvedev habían adelantado ya algo en su El Stalin desconocido
[6]Martens, Otra visión sobre Stalin.

sábado, 12 de enero de 2013

Vargas Lozano sobre Taking Socialism


Taking Socialism Seriously
Tomando el socialismo seriamente
Editado por Anatole Anton y Richard Schmitt
Lexington Books, 2012. USA

Anatole Anton y Richard Schmitt, profesores de la San Francisco State University y Worcester State University, respectivamente, así como fundadores de la Radical Philosophy Association en los Estados Unidos, publican ahora este libro con diez ensayos en donde vuelven a reflexionar sobre el tema del socialismo. La primera ocasión fue mediante el libro, también colectivo y publicado tanto en inglés como en español bajo el título, Hacia un nuevo socialismo (El Viejo Topo, Barcelona, 2011).
Anatole y Richard, viejos amigos de dialéctica, consideran en el prólogo que el capitalismo no ha cumplido ninguna de sus promesas; la diferencia entre ricos y pobres es cada vez más profunda, los resultados electorales son cuestionables; la corrupción pública crece; la moribunda democracia al igual que la economía ascienden y colapsan. El capitalismo no trajo seguridad ni paz ni en casa ni fuera de casa y en cambio, nos envuelve en interminables guerras y masacres. Cada día hay una intensa amenaza al medio ambiente y a la supervivencia humana en la tierra. Lo mismo pasa con los problemas de raza e igualdad de género.
“Abrumados por estas realidades, pensamos que el socialismo es claramente lo que el mundo necesita –dicen en el prólogo- pero al mismo tiempo encontramos que la literatura anticapitalista tiene poco que decirnos sobre las características detalladas de una sociedad socialista”. Es por ello que convocaron a un grupo de investigadores y activistas para abordar esta importante temática.
En general, cuando se pregunta sobre el socialismo, -siguen diciendo en el prólogo- la respuestas son fantasías o wishful thinking. Lo que se requiere es definir las  “instituciones alternativas que puedan ser construidas en el presente” No solo debemos preguntarnos como imaginamos un mundo mejor sino como lo vamos a construir mediante un proceso de reconstrucción de nosotros y de nuestras relaciones sociales.
El socialismo ha estado en la agenda por cerca de 200 años. Empezó siendo un lucha por una sociedad basada en la cooperación , igualdad económica y derechos políticos.
“Asociado con la teoría marxista de la historia, el socialismo devendría en el estado futuro que seguiría al capitalismo una vez que “dicho modo de producción llegara a su inevitable desaparición”.
Aquí hay un primer problema que sería interesante analizar, diría por mi cuenta. En el Marx maduro, a diferencia del Marx joven influido por Hegel, no habría un “inevitable” sino que habría la alternativa de “socialismo o barbarie”.
El socialismo llamado realmente existente, bajo el modelo de la URSS, devino lo opuesto a una sociedad en donde los medios de producción son privados. Por diversas razones, el estado se convirtió en propietario y director de la economía. Esta concepción fue puesta en práctica por diversos  experimentos socialistas que fallaron desastrosamente. Por mi parte diría que justamente aquí está una de las claves del problema: por un lado, Marx no desarrolló una teoría sobre lo que sería el socialismo sino tan solo expuso algunas ideas que deberían haber sido recreadas por aquellos que intentaron fundar el socialismo. El análisis de lo que ocurrió en la URSS es central: se abolió la propiedad privada de los medios de producción y pasó a ser administrada por el Estado, sin embargo, este Estado no fue democrático y por el contrario, se volvió burocrático. Aquí el problema es ¿por qué se volvió burocrático y dictatorial.
“Las teorías dominantes sobre el socialismo derivaron de la filosofía marxiana de la historia que hizo predicciones claramente falsas”. El ejemplo que ponen los editores del libro es que  desde el siglo XIX los socialistas predijeron el inminente colapso del capitalismo y la victoria de la clase trabajadora. Ninguno de las dos predicciones ha ocurrido. De igual modo, los socialistas recomendaron estrategias que no funcionaron; organizaron sindicatos que se volvieron anti-comunistas; organizaron partidos socialistas que devinieron soportes incondicionales del capitalismo; hablaron de solidaridad internacional y ésta se terminó con la Primera Guerra Mundial; crearon escuelas y familias que reprodujeron el autoritarismo.
Nadie puede desmentirlos porque son hechos. Lo que pasa es que: 1) muchos socialistas no profundizaron en el legado de Marx que, en su etapa madura, insisto, no sostiene un determinismo. Hobsbawm demostró, en su prólogo a los Formen, (Formaciones económicas pre-capitalistas, texto que integra los Grudrisse) que Marx no sostenía una filosofía de la historia y que, por el contrario, el desarrollo histórico era para el clásico, desigual y combinado. Lo que no cabe duda era que muchos de los seguidores de Marx se equivocaron en sus predicciones y aún Marx mismo desestimó la capacidad de supervivencia del capitalismo, a pesar de que ya hubiera llegado a una contradicción mayor entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que exigía un cambio. La clave aquí estuvo en que, por un lado, se desarrolló la política keynesiana que permitió suavizar las contradicciones entre ricos y pobres (estrategia que ahora se está  eliminando por medio del neoliberalismo); la corrupción de los dirigentes de las clases trabajadoras (que en el caso de México se les convirtieron en partes integrantes del poder mediante el corporativismo) y los intensos procesos de enajenación que se vieron superlativamente aumentados por la introducción de las nuevas tecnologías en la información y comunicación controladas por grandes transnacionales.    
Los autores del prólogo consideran que la concepción del socialismo asociado con la teoría marxista tradicional de la historia (yo diría, con esta teoría marxista mecanicista y economicista a la que no puede ser reducida toda la teoría marxista que inclusive se encuentra en contra de estas posturas) ha perdido legitimidad. “Pensando sobre el socialismo y habiendo sido asociada estrechamente con la teoría marxista, ésta se encuentra desorganizada.
Por otro lado, los prologuistas siguen diciendo que muchos teóricos  de hoy siguen a Eduard Bernstein y niegan la inevitabilidad del colapso del capitalismo confiando en que se producirán cambios mediante la democracia, tal y como se está practicando en el capitalismo y por tanto, afirman que si no se espera que caiga el capitalismo es altamente improbable que se substituya por el socialismo. Por tanto, los proyectos anti-capitalistas deben ser orientados: en vez de tratar de organizar una concepción entera de la nueva sociedad, “nuestra tarea como enemigos del capitalismo es desarrollar proyectos que puedan restringir la dominación del capitalismo y sus valores”. No se puede cambiar todo y menos en un periodo corto. Los enemigos del capitalismo deben tener una enorme inventiva en pensar los cambios específicos que hay que llevar a la práctica.
Si no pensamos el socialismo en concretas encarnaciones nuestras descripciones pueden permanecer utópicas. Necesitamos preguntarnos sobre estrategias concretas de transformación; pensar como construir las instituciones socialistas y como hacerlas viables; tomar nota de las propuestas para actuar en contra de los efectos nocivos del capitalismo en lo económico, lo político, lo social y lo ecológico. Necesitamos comprometernos en la resistencia concreta
Los dos temas fundamentales son: la naturaleza del socialismo y la transición del capitalismo al socialismo.
En el prólogo al libro, los editores condensan en breves tesis, lo desarrollado ampliamente por los autores de los ensayos:
Richard Schmitt, ha publicado libros y artículos sobre Marx, Engels, Heidegger, la, alienación y la teoría política en general. Su texto se llama “25 cuestiones sobre el socialismo”
Plantea qué es el socialismo y qué forma tomará la transición
Dice que no es suficiente hablar de democracia en términos generales y que es necesario marcar la diferencia con la llamada “democracia” bajo el capitalismo.
Milton Fisk, profesor emérito de Indiana University, ha escrito sobre metafísica ética y política . Ha propuesto la noción de public goods (bienes públicos) como parte central de la ética. Su texto se llama “En defensa del marxismo”. Sostiene que el socialismo no es meramente un medio para terminar los daños económicos del capitalismo. Se opone a la idea de describir el socialismo hablando exclusivamente de todo lo que es bueno y noble. El socialismo es necesario y urgente ya que el capitalismo se dirige al desastre. Hay que construir la cohesión social promoviendo la democracia en diferentes áreas de la vida. Hay que adelantarse al colapso
David Schweickart,  profesor de filosofía de Loyola University, Chicago, su último libro se titula After capitalism. En el socialismo las decisiones tendrán que ser extendidas a la economía. Mercado e bienes y servicios. No habrá mercado del trabajo o de inversión de capital. Los trabajadores serán propietarios y directores de su lugares de trabajo Habrá un proceso político democrático de la toma de decisiones.

Ann Ferguson , filosofa feminista, profesora emérita en la Universidad de Massachusetts, Amherst, autora de varios libros. En su colaboración titulada “Romantic Couple Love, the Affective Economy, and Socialist Feminist Vision” considera que en el capitalismo hay obstáculos para la igualdad de género.
Dice que hay diferentes relaciones afectivas sexuales: la pareja romántica tradicional implica desigualdad ya que la mujer produce afecto y el hombre lo consume. El tema es otras formas de amor que impliquen igualdad de género.
En otro trabajo, se habla también de la naturaleza humana que impediría el socialismo. Hay diversas concepciones de la “naturaleza humana”: los marxistas dicen que no hay tal cosa y que depende de la historia y las condiciones sociales. Otras posiciones luchan en contra de la tesis de que la naturaleza humana hace imposible al socialismo. En su trabajo, “Human nature and Socialism: Taking Human Nature Seriously”  Karsten J. Struhl, quien enseña flosofía política e intercultural en John Jay College of Criminal Justice y New School University, reflexiona sobre el tema: sobre la postura de Freud de que la naturaleza humana incluye el instinto agresivo; la tesis de que la conducta humana está determinada por factores biológicos y la teoría de la evolución.
   Richard Schmitt en “Socialist Solidarity” dice que no se ha discutido ampliamente el concepto de solidaridad. La solidaridad de los kibbutzim fallaron por no tener una idea de que era. Al principio se sostuvo el lema de “a cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad”, pero no supieron transladar el principio a las instituciones concretas. El problema es como poner en práctica las ideas socialistas.

Tony Smith  profesor de filosofía de Iowa University, autor de ensayos marxistas , filosofía de la tecnología y teoría social, en su contribución titulada: “Is Socialism Relevant in the “Networked Information Age? A critical Assesment of the Wealth of Networks” critica la tesis de que el nuevo modo de producción estaría lbre de mercantilización y explotación. El socialismo es creado por diferentes proyectos, animado y ejecutado por diferentes movimientos sociales

John L. Hammond, activista contra las intervenciones norteamericanas en Viet Nam e Iraq. Autor de varios libros sobre movimientos sociales. Enseña sociología en Hinter College y en el Centro de Graduados de la Universidad de la ciudad de Nueva York.  “Social Movements and Strugles for Socialism” hay muchos movimientos pero estos ¿apuntan hacia el socialismo?
La discusión sobre que debe ser el socialismo; cuáles han sido los problemas que han surgido en el intento de su realización; hasta dónde llega la teoría de Marx y cuáles son sus tergiversaciones o enriquecimientos por el marxismo posterior; como es posible construir un auténtico socialismo democrático, son algunos de los temas que es necesario despejar hoy para buscar una solución a la crisis a que nos está llevando el capitalismo. Este es un libro que nos proporciona una buena base para el debate.

 Gabriel Vargas Lozano

domingo, 23 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo, por Víctor Orozco.


SANTIAGO CARRILLO
Víctor Orozco

            Falleció Santiago Carrillo, el legendario secretario general del Partido Comunista Español. Tuve la oportunidad de escucharlo a finales de los años setenta, cuando ofreció una conferencia en la UNAM. En ese momento, campeaba en un amplio sector de los estudiantes y los profesores un ambiente de radicalismo. Muy pocos confesaban abiertamente sus simpatías o adhesiones al llamado eurocomunismo y al reformismo, sobre todo cuando había que hacerlo en el seno de las asambleas casi siempre adversas a estas tendencias. En una de ellas se presentó la corta figura de Carrillo, quien advirtiendo la hostilidad, abrió con un reto: “No tengo que pedir perdón ni a dios ni a ustedes”. Quizá por la sorpresa del desplante y la arrogancia, la mayoría le brindó un aplauso sonoro. Carrillo era hombre de temple, sin duda. No en vano venía de las luchas implacables y ásperas  de la guerra civil. En 1981, cuando casi todos los diputados obedecieron la orden del teniente coronel Antonio Tejero quien pistola en mano y rodeado por los guardias civiles, les exigió que se tiraran al piso, Carrillo permaneció inmutable en su curul.
Echaba humo como chacuaco, (la mexicanísima manera de describir a los fumadores empedernidos) pero duró aquí 97 años, vivito y coleando. A los trece años, dicen sus biógrafos que ya comenzaba su militancia en las filas del antiguo Partido Socialista Obrero Español, el fundado por Pablo Iglesias. En 1936 se inscribió en el PCE y como militante de éste pasó los siguientes cincuenta años de su vida. Durante la guerra civil combatió a la cruzada compuesta por los militares alzados, la jerarquía eclesiástica y los sectores tradicionalistas de la sociedad española. Estalinista de hueso colorado, acató fielmente las órdenes venidas del Kremlin, en medio de las desgarraduras sufridas por las izquierdas de su país. Con fama de duro entre los duros, no dudó en emplear la mano de hierro cuando pudo en contra de los enemigos. Emigró después del triunfo de los nacionales, caminando como todos los transterrados hispanos de país en país: México, Argentina, la Unión Soviética, Rumanía, Francia, donde finalmente se estableció. Al término de la segunda guerra mundial, se abrió un camino para el derrocamiento de la dictadura franquista y el PCE se empleó a fondo en promover la lucha armada, como se hizo en Italia, en Grecia y en varios de los países europeos. Es muy probable que liquidados Hitler y Mussolini, los sostenedores externos de Francisco Franco, el intento hubiera tenido éxito. Pero, apenas triunfantes los aliados, comenzó la etapa de la guerra fría y Estados Unidos decidió apoyar con todo al gobierno español, ante el peligro de que los soviéticos se hicieran fuertes en la península ibérica. Franco arrendó territorio y se instalaron las bases militares norteamericanas, a cambio de romper con el aislamiento internacional al que se le condenó al formarse la Organización de las Naciones Unidas. Los comunistas, en cuya dirección tomaba parte fundamental Santiago Carrillo, mordieron otra vez el polvo y regresaron al exilio. Se mantuvieron sin embargo como la organización más poderosa en el espectro político español, con una eficaz red de militantes clandestinos y una fuerte penetración en el movimiento sindical, a través de las Comisiones Obreras, que condujeron las huelgas y protestas de mayor relevancia en la España franquista. En 1960, Carrillo fue nombrado secretario general del PCE, dejando a Dolores Ibárruri La Pasionaria, otra mítica figura del comunismo y quien ocupaba el cargo desde 1942, el papel honorífico de presidenta. Para el nuevo dirigente la tarea primordial era hacer sobrevivir el partido, en las difíciles condiciones del exilio y la división de las izquierdas. El mejor camino intuyó era permanecer fiel a la dirección soviética y rechazar los proyectos democratizadores o la apertura propuesta por intelectuales como Jorge Semprún y Fernando Claudín, quienes fueron expulsados de las filas comunistas. El ambiente cultural y político europeo sin embargo comenzó a modificarse a favor de estos nuevos rumbos, que ganaron terreno en los poderosos partidos comunistas de Francia y de Italia. En 1968, las tropas del pacto de Varsovia invadieron Checoeslovaquia y aplastaron la conocida revolución pacífica conocida como la primavera de Praga. Para su sorpresa, el otrora fidelísimo PCE, junto con el partido comunista italiano y el rumano condenaron la invasión.  Los estalinistas irreductibles Carrillo y La Pasionaria se pronunciaron en contra de los tanques enviados por Brézhnev, el todopoderoso líder soviético. En México, igual el partido comunista reprochó el ataque soviético, no obstante la influencia y el prestigio de los cubanos en Latinoamérica, quienes lo apoyaron.
            Los años setentas trajeron consigo las nuevas tesis del eurocomunismo, un comunismo con rostro humano, afín a las democracias, que aceptaba el pluripartidismo, la libertad de prensa. Carrillo junto con Enrico Berlinguer y George Marchais, dirigentes del PCI y del PCF, se constituyó en uno de los ideólogos y dirigentes de la tendencia mundial. En 1977 publicó su libro El eurocomunismo y el estado, en el que perfiló las tesis fundamentales: democracia, transición pacífica, reformas legales para beneficiar a la clase trabajadora, renuncia a la lucha armada, libertades públicas, revolución pacífica. En suma, todo el viejo programa liberal y del estado de bienestar. No se podía ir más allá en la actual fase de la lucha de clases argumentaba, recuperando todavía cierta fraseología marxista.
                        Con la muerte de Francisco Franco, ocurrida en 1975, se inició el período de la llamada transición española, proceso político en el cual Santiago Carrillo se convirtió en un actor protagónico. Regresó a España en 1976, dio conferencias de prensa aún en la clandestinidad, se reunió con el presidente Adolfo Suárez y con buena parte de los dirigentes en el espectro político español. Por último, el llamado “sábado santo rojo”, durante las vacaciones de 1977, al que precedieron las grandes movilizaciones motivadas por el asesinato de cuatro abogados comunistas, el PCE fue legalizado, para escándalo de muchos militares y partidarios del statu quo franquista. Antes, la dirección del partido, bajo la dirección de Carrillo había renunciado a sostener la bandera de la república y aceptado al régimen monárquico. No fue fácil, ante las inconformidades Carrillo sentenció en un mitin decididamente republicano: "Los que silban no saben que no hay color morado que valga una nueva guerra civil entre los españoles"Ésta, fue quizá la mayor concesión de su vida, considerando le disputa centenaria que ha dividido a los españoles y la raigambre del ideal republicano en la conciencia histórica.
            El eurocomunismo estuvo en el debate mundial unos pocos años, mientras duró el peso social de los partidos comunistas occidentales. El español no pudo pasar la prueba de fuego que son las elecciones. Era una organización formada por cuadros profesionales, nacida y construida para el enfrentamiento social, armado si fuese necesario. No se le acomodaron bien las nuevas tesis, defendidas por Carrillo con el mismo ardor empleado antes para hacer valer las del combate al estado burgués y la irreconciliable lucha de clases. Ni su estructura, ni el ánimo de sus militantes, ni su historia en la clandestinidad, ni su papel en la guerra fría lo habilitaban para realizar una competencia exitosa en un terreno tan inexplorado, dominado por expertos comunicadores y especialistas en la mercadotecnia política. El propio Carrillo vio la desbandada de posibles electores y su tránsito hacia la socialdemocracia representada por el PSOE. Salido en 1985 de la organización en la cual había militado por tanto tiempo, acabó por pactar el ingreso a este partido de los camaradas que le siguieron, como una tendencia dentro del mismo. Él, por su parte, no se inscribió y se retiró de la política activa, pero no se convirtió en una pieza de museo. Escribió, habló y opinó hasta el final. A su sepelio acudió el rey de España y lamentó su muerte, quizá agradecido, quizá constreñido por los modos políticos del momento. Quizá también necesitado de imágenes auxiliadoras para una monarquía arcaica e inaceptable, aunque solo fuera porque contradice la racionalidad política más elemental: no cabe heredar el poder público, éste se origina en las voluntades ciudadanas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El Adiós de un gramsciano.

Con enorme pesar, hoy hemos recibido la noticia de la muerte de Carlos Nelson Coutinho. Comunista en su sentido más profundo, militante de izquierdas varias, marxista riguroso, entrañable persona y cálido amigo...
Nacido en 1943 en Bahía
fue hasta el año pasado profesor titular de Teoría Política en la Universidad Federal de Río de Janeiro
Fue reconocido internacionalmente como uno de los mayores especialistas en el pensamiento de Antonio Gramsci, del que fue  traductor en su país.
Entre sus múltiples obras destacan, en español: El estructuralismo y la miseria de la razón (Era, 1973), Introducción a Gramsci (Era, 1986) y Cultura e ideología en Brasil (Casa de las Américas, 1986).
El año pasado (2011), en Chile, salió publicado su libro "Marxismo y política. La dualidad de poderes y otros ensayos"

Les comparto aquí, como pequeño homenaje personal, la reproducción de una de sus últimas entrevistas.

Carlos Nelson Coutinho / “El marxismo es actual en cuanto a la interpretación de la realidad”

 Investigador del Centro de Filosofía y Ciencias Humanas y de la Escuela de Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Carlos Nelson Coutinho es un destacado marxista, considerado uno de los principales conocedores de la obra de Antonio Gramsci y también un especialista en el filósofo húngaro Gyorgy Lukács, con quien mantuvo contacto hasta poco antes de su muerte. | HERNÁN SOTO.*
Ha tenido, al mismo tiempo, activa vida militante en partidos de izquierda. Visitó Chile con motivo del seminario Marx en el siglo XXI. ¿Vigencia del (los) marxismo(s)?. Es autor de numerosos libros que van desde la ciencia política a la crítica literaria, entre los que se han traducido al castellano destacan El estructuralismo y la miseria de la razón, Introducción a Gramsci y, ahora, “Marxismo y política”, publicado por LOM, que fue presentado durante su participación en el encuentro.
—¿Qué destaca usted del marxismo hoy?
—Destaco su amplitud y flexibilidad. Su teoría económica es de evidente actualidad, desde antes del Manifiesto Comunista  que anticipó la mundialización del capitalismo y por ende la globalización actual, hasta llegar a sus planteamientos sobre las crisis. Sin embargo, el marxismo no es algo que se pueda dividir, dado su carácter unitario. Si bien la división entre materialismo histórico y materialismo dialéctico parece superada, sus contenidos se integran en el marxismo verdaderamente creador.
"A mi juicio, todo el marxismo es actual en cuanto a la interpretación de la realidad desde el punto de vista de la totalidad, especialmente cuando el llamado postmodernismo postula abandonar las grandes narrativas para concentrarse solamente en casos puntuales. Para el marxismo la idea de totalidad es el centro metodológico fundamental. Igualmente me parece relevante el método creado por Marx”.

—Y a este respecto, usted plantea que el ateísmo, en la visión materialista, podía considerarse una parte prescindible del marxismo, como lo demuestra la Teología de la Liberación que concilia partes del cristianismo con elementos del marxismo en una síntesis muy valiosa.
—Sí y no. La Teología de la Liberación fue muy fuerte en Brasil y ha decaído actualmente. Ha sido y es muy importante, porque abre vías de entendimiento entre sectores progresistas de la sociedad. Con todo, pienso que si uno es consecuentemente marxista, también es ateo. Sin embargo, hago una salvedad: la palabra ‘ateísmo’ tiene para mí un sentido negativo que confunde, porque el marxismo es una posición afirmativa de la inmanencia del hombre, de su autonomía, de su capacidad de transformar la realidad sin la intervención de fuerzas no terrenales.
"Gramsci decía que el marxismo era un humanismo absoluto y también un historicismo absoluto”.

—Dentro de esa concepción amplia, ¿qué carácter tienen las llamadas leyes históricas?
—Todas las supuestas leyes absolutas en el campo social tienen carácter tendencial, pueden o no pueden cumplirse. Algunos han visto en el discurso de Engels con ocasión de la muerte de Marx una asimilación entre las leyes naturales y las leyes de la sociedad. Es una analogía complicada. Llevó a Karl Kautsky a una confusión entre Darwin y Marx.
"El método científico en las ciencias naturales es distinto del método en las ciencias sociales. Para mí, la esencia del método de Marx reside en su capacidad de revisión. No se trata del revisionismo liquidacionista de Bernstein, pero si pensamos, por ejemplo, en Lenin, Lenin revisó el marxismo. Marx sostenía que la revolución proletaria comenzaría en los países capitalistas desarrollados, especialmente en Alemania. Lenin postuló en cambio que la revolución se produciría en el eslabón más débil del sistema.
"Gramsci ha desarrollado una teoría del Estado y la revolución de acuerdo a las nuevas exigencias de la realidad. Lo único ortodoxo en el marxismo puede decirse que es el método. Y de acuerdo a eso, podemos y debemos abandonar muchas afirmaciones concretas hechas a lo largo de más de 150 años, cuando ni siquiera existían muchas de las cosas que hoy constituyen nuestra realidad, lo que exige un esfuerzo a fondo por entender y actuar.
"Mariátegui ya lo dijo: el socialismo en Indoamérica no puede ser ni calco ni copia, sino creación original”.

—¿No hay en el marxismo un cierto eurocentrismo, que lleva a prestar poca atención a revolucionarios de otras procedencias?
—Eso es verdad. Aunque recurro de nuevo a Mariátegui, que decía que el mayor y más fructífero aprendizaje lo había hecho en Europa y que sin las ideas occidentales y europeas no habría podido pensar en Indoamérica.
"Reitero que usted tiene razón y creo que es más importante ahora, en que se plantea con tanta fuerza el tema de la multiculturalidad. En América Latina es algo determinante. En Brasil, el 50% de la población es blanca y el otro 50% no es blanco.
"El continente tiene tres raíces centrales. Blanca, negra e indígena. Además en ciertas zonas hay presencia fuerte de indios (de la India) y también de chinos. En muy pocos países no hay negros, pero sí hay indígenas. En todo caso, ese es un tema crucial que va adquiriendo creciente fuerza. El multiculturalismo tiene el riesgo de la disolución de las luchas en áreas parciales, que hacen perder de vista la dimensión general de la lucha. Y esto que vale para el multiculturalismo, vale también y más, para la existencia y acción de los movimientos sociales. Allí también se evidencia la necesidad de una ideología integradora, que destaca la importancia de la política y los partidos.
"Todavía hoy el partido político toma las demandas de los distintos sectores, les da dimensión general y eventualmente propone soluciones articuladas dentro del contexto general de la sociedad. Por lo tanto, la forma partido todavía resulta esencial para evitar la fragmentación que puede producirse, y asegurar la permanencia o continuidad en el desarrollo y crecimiento de las demandas y necesidades sectoriales”.

Gramsci en Brasil
—¿Cómo se introdujo Gramsci en el marxismo de Brasil?
—Gramsci llega al Partido Comunista de Brasil, que era permeable a las ideas del teórico italiano, lo que explica que haya sido un proceso rápido. Sin embargo, el PC brasileño dejó de ser hegemónico en la izquierda en los años sesentas. Diversos intelectuales, entre ellos yo, hicimos el esfuerzo interno, pero chocamos con la dirección partidaria. A comienzos de los 80 fuimos acusados de eurocomunistas y dejamos el PC.
"Yo ingresé al PT, que tenía una fuerte corriente de izquierda. Cuando el PT puso en práctica una política neoliberal, especialmente en los dos gobiernos de Lula, que siguió el curso de Fernando Henrique Cardoso salvo una política social asistencialista que le dio gran apoyo popular, nos retiramos y fundamos un pequeño partido: Socialismo y libertad, que tiene, con todo, tres diputados. La vida para los partidos de Izquierda no es fácil hoy día en Brasil, por la gran influencia que tiene el PT en los movimientos sociales. Nosotros ligamos el socialismo y la libertad, que nos parecen indisolubles.
"Pero volvamos a Gramsci. No hay duda que fue un gran pensador y un notable ser humano. Su pensamiento hoy parece más vigente que antes. Especialmente en los países centrales y en los más integrados a la globalización. En esos países es mucho más difícil —o derechamente imposible— una revolución armada.
"El Partido Comunista italiano comprendió rápidamente la necesidad de cambiar la estrategia revolucionaria en los países desarrollados democráticos, esos países que Gramsci llama ‘occidentales’ (no propiamente en sentido geográfico), antes que en los países ‘orientales’, donde es muy difícil imaginar formas de lucha que no sean armadas, como ocurre, por ejemplo, en los países árabes, donde no hay una sociedad civil fuerte. En el conocimiento y difusión de la obra de Gramsci tuvo un gran papel Palmiro Togliatti, que formuló la idea de la democracia progresista, es decir una base para el socialismo que se da al interior de las democracias constitucionales, a través de reformas estructurales profundas.
"Togliatti convirtió las ideas generales de Gramsci en estrategia política concreta. También han tenido mucha importancia Pietro Ingrao y Nikos Poulantzas.
"Todo esto hace más difícil explicar lo que ha sucedido en Italia. Cuando estuve viviendo en Italia, el PC tenía el 34% de la votación, que junto a los socialistas y algunos partidos pequeños superaban el 50%. Actualmente no hay un solo diputado comunista en el Parlamento. Todos los partidos de Izquierda sumados no obtienen el mínimo para acceder al Parlamento.
"Creo que hace tiempo comenzó en Italia un proceso de regresión política que ha llegado a extremos trágicos. En ese proceso regresivo ha sido muy importante la influencia de los medios. Y en cierto momento, las presiones de Estados Unidos, que temía la ruptura de la Otan, y del Vaticano, que se jugó a fondo contra la Izquierda.
"Gramsci dice que existe en el mundo la ‘pequeña política’, que se conforma con la administración de lo existente y la alternancia entre centro izquierda y centro derecha, y que también existe la ‘gran política’, que busca el cambio de estructuras, los cambios de fondo, la constitución de sujetos sociales cuya acción sea decisiva. Las cosas, sin embargo, parecen estar cambiando, pero también hay que tener presente ‘el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad’ de que hablaba Grasmci, aludiendo al realismo que debe inspirar la política”.
América Latina hoy
—¿Qué piensa de la actual situación de América Latina?
—Se trata de una coyuntura apasionante. Aunque a mediados y finales de los 70 hubo procesos muy esperanzadores en Brasil, Bolivia, Chile, Perú y Argentina, ahora es distinto. No conozco bien lo que sucede en Venezuela, Bolivia, Ecuador y en otros países, pero se trata, sin duda, de procesos más profundos y sólidos. No solamente porque son verdaderas reconstrucciones después de grandes derrotas, sino porque hay incorporación muy activa de movimientos sociales indígenas, de trabajadores y jóvenes sino, además, porque hay perspectivas socialistas.
"Los gobiernos de esos países están planteando el socialismo como cuestión de gran política. No es seguro que tengan éxito total, pero el solo hecho de postular el tema, de discutirlo, de organizar al pueblo y abrir paso a partidos nuevos es tremendamente importante, como lo hace el presidente Chávez con su proyecto de socialismo del siglo XXI.
"También la coyuntura económica favorece las transformaciones. En Perú, con el triunfo de Ollanta Humala, se abre un compás de espera, e incluso hay indicios de que pudiera tratar de seguir los pasos de Lula y el PT brasileño. Y es una situación que preocupa. Lula prometió mucho y no hizo, no digamos transformaciones socialistas, sino ni siquiera cambios modernizadores significativos, como al problema de la tierra.
"El neoliberalismo es fuerte pero no invencible. Una novedad adicional en el caso de Venezuela es que las transformaciones se dan en un país muy rico, lo que significa recursos enormes para transformaciones sociales y, sobre todo, para las bases de una economía socialista con características nuevas”.
—¿Es Brasil actualmente un imperialismo?
—A mi juicio, Brasil es un subimperialismo, en el sentido de que forma parte del sistema hegemónico del imperialismo norteamericano. Es la séptima economía del mundo y podría pasar a ser la quinta o sexta en los próximos dos o tres años. Empresas brasileñas son grandes multinacionales que actúan en América Latina y Africa. Tiene prácticamente doscientos millones de habitantes, es fuerte económicamente y tiene grandes riquezas naturales. Pero al mismo tiempo, tiene enormes debilidades derivadas del latifundio, la concentración de la riqueza y la pobreza de gran parte de la población.
"Mantiene, por otra parte, una política exterior bastante decente que viene del pasado y que se ha intensificado con Lula, porque tiene una especie de vocación de gran potencia. Que ya se notaba en la dictadura militar: Brasil fue el primer país del mundo que reconoció al gobierno marxista de Angola. Se practicaba entonces un ‘pragmatismo responsable’, porque interesaba abrir paso a inversiones en ese país. Dentro de América Latina el papel de Brasil es cada vez más importante”.

—¿Y qué piensa de China?
—Tengo una visión muy escéptica, a pesar de la presencia del Partido Comunista en el gobierno. Las políticas económicas son claramente neoliberales y hay una superexplotación de la fuerza de trabajo y una falta de democracia real. China tiene además una política exterior de gran potencia, en el sentido negativo de la palabra.
"La caída de la Unión Soviética creó una situación muy peligrosa en el mundo, en que se instaló Estados Unidos como gran potencia hegemónica, sin contradictor. Y creo que pasará un buen tiempo antes que surja una poder alternativo. Si existiera la Unión Soviética, es muy probable que no hubiera ocurrido lo que está sucediendo en Libia. Se dice que con su poderío económico, China hará posible el socialismo. No me parece un argumento convincente”.
Apuntes marxistas
“(…) es importante recordar que jamás el socialismo ha sido tan necesario, en función de la destructividad creciente del sistema capitalista, pero al mismo tiempo tan difícil.
"Las condiciones objetivas son favorables. Las crisis del capitalismo se agudizan y cada vez más nos conducen a la barbarie. Además, gracias al extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas, se hizo posible que, en lugar del aumento del desempleo estructural, como sucede en el capitalismo, se haga realista una propuesta de una drástica reducción de la jornada de trabajo. Y esta reducción, como nos dice Marx en El Capital, es la base del pasaje del reino de la necesidad al reino de la libertad, esto es, al comunismo (…).
“Pero son desfavorables las condiciones subjetivas. Por muchas razones, la conciencia de la necesidad del socialismo se ha debilitado fuertemente en las últimas décadas. Por un lado, el colapso del ‘socialismo real’ (…) difundió la creencia que el socialismo era una cosa del pasado.
"Pero más importante me parece el hecho de que las grandes modificaciones en el mundo del trabajo han dificultado la formación de una conciencia de clase. El sujeto revolucionario no es más sólo la clase obrera fabril, sino todos los que viven de su trabajo, creando plusvalía para el capital.
"Ciertamente es todavía un problema abierto -y un gran desafío para los marxistas- definir quién forma parte hoy del posible sujeto revolucionario”.
(De su presentación del libro Marxismo y política).

* Periodista.

En Punto Final, edición Nº 746, 11 de noviembre, 2011
Publicado en www.rebelion.org
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