viernes, 22 de junio de 2012

Muere Roger Garaudy


En la revista Proceso, acaba de aparecer la información sobre la muerte del  filósofo francés Roger Garaudy que influyó mucho en México y Latinoamérica  con sus publicaciones en torno a la filosofía del marxismo. Recordemos un  importante libro denominado "Perspectivas del hombre" en el cual confrontaba  el marxismo, el tomismo, el existencialismo y otras corrientes, con la  modalidad de que consultó a sus representantes más destacados para saber si 

estaban de acuerdo con la exposición de sus tesis. Un excelente libro. De  igual manera es importante su libro sobre Hegel "Dios ha muerto" y otros  sobre el pensamiento de Marx. Durante un período de su vida fue el filósofo  oficial del Partido Comunista Francés y partidario de José Stalin. Lo 
sorprendente fue que, al paso del tiempo, adopta una posición extrema de  ultraderecha como la negación del exterminio nazi y luego su adopción de la  religión musulmana. El análisis de su caso, nos permitiría reflexionar sobre  las causas por las cuáles, por un lado, se transita de una posición a otra a  lo largo del tiempo. Hay, en cambio, ejemplos de filósofos como Adam Schaff, José Carlos Mariátegui, Georgy Lukács, Antonio Gramsci, Georges Labica, Adolfo Sánchez Vázquez que, a pesar de sus posiciones críticas y autocríticas, no llegaron al extremo de Garaudy, sin embargo, quedan algunas  de sus obras que siguen siendo interesantes. (GVL)




Muere el polémico filósofo francés Roger Garaudy  Armando Ponce

15 de junio de 2012 
El filósofo francés Roger Garaudy, quien sostuviera un pensamiento marxista  y finalmente rompiera con el Partido Comunista de su país, murió ayer a los  98 años en las afueras de la capital gala.
Hasta el momento se desconocen las razones del fallecimiento, pues los  cables de agencias informativas no las exponen; por su avanzada edad, la  razón parece obvia, pues nació el 17 de julio de 1913 en Marsella.
Además, participó en política varias veces como diputado, ya que además de  su militancia partidista se había graduado tanto en los doctorados de  filosofía en Francia como de ciencia política en la URSS.
Dos momentos de intensidad polémica sacudieron su vida: en 1970, cuando 
luego de haber sido un estalinista confeso, condenó la invasión moscovita a  Checoslovaquia en 1968, que terminó con la llamada Primavera de Praga,  encabezada por el presidente Dubceck para darle al socialismo “un rostro  humano”.
El segundo fue la aparición de su libro Los mitos fundadores de la política  israelí (1996), que provocaron un juicio fallado en su contra por un  tribunal francés que lo condenó a pagar una multa de lo que serían hoy 37  mil euros y una sentencia a cinco años de cárcel, que no tuvieron lugar. En el volumen sostuvo la tesis del “negacionismo”, al intentar probar que 
los judíos habían exagerado el holocausto durante la segunda Guerra Mundial. 
En esa contienda fue encarcelado en Argelia por el gobierno colaboracionista de Vichy y, más tarde, condecorado por el gobierno de su país. De padre ateo y abuela radical católica, se convirtió al protestantismo, pero luego se entregó al marxismo. Al ser expulsado del Partido Comunista,  volvió a otra religión y, con el nombre de Ragaar, fue musulmán a partir de  1982.
De su autoría son medio centenar de obras, entre ellas también "Llamado a los vivos" (1979), con la cual obtuvo el Premio Deux Magots, y  sus "Memorias" (1987).

sábado, 2 de junio de 2012

Transformación del Marxismo.


TRANSFORMACIÓN DEL MARXISMO DE RAÚL FORNET BETANCOURT (*).


         He leído con mucho interés el libro Transformación (o transformaciones, como dice en la portadilla) del marxismo. Historia del marxismo en América Latina, publicado por la Facultad de Filosofía y Letras de la  UANL y la Editorial Plaza y Valdés y escrito por un filósofo de origen cubano radicado en Aachen, Alemania y quien, además de ser un pensador preocupado por la filosofía latinoamericana y la reivindicación de esta última en el ámbito europeo (como lo demuestra en sus libros y en la importante revista Concordia que él fundó y dirige) ahora se nos revela como un estudioso del marxismo latinoamericano.
         Importa subrayar que su intención es “reconstruir el proceso por el que una filosofía va siendo integrada o asimilada al movimiento de la historia de la filosofía en el ámbito específico de una determinada tradición cultural” (nos dice el autor en la Introducción) y es que, en efecto, el marxismo como filosofía, ha sido prácticamente excluido (por obvias razones ideológicas y políticas) de las pocas historias de la filosofía latinoamericana existentes como las de Alberto Caturelli, Ramón Insúa, Mercado Kempf y Francisco Romero aunque habría que decir que afortunadamente no ocurre esto con el Diccionario filosófico de José Ferrater Mora y algunos artículos incluidos de manera reciente en el Cambridge Dictionary o la Routledge Encyclopedia, La historia de la filosofía cubana de Pablo Guadarrama y algunos otros. Con todo, faltan todavía muchos esfuerzos que tengan como objetivo, un análisis sistemático de la aportación de los filósofos marxistas latinoamericanos.
         Raúl Fornet-Betancourt ha realizado en su obra un esfuerzo extraordinario que debe ser apreciado a pesar de que sus lectores podamos discrepar de algunos aspectos de su interpretación. Las cualidades de su estudio son, en mi opinión, las siguientes: se realiza una contextualización de la recepción del marxismo desde la historia y el movimiento cultural y político de Latinoamérica y a partir de allí, se van abordando a los autores y poniendo de relevancia sus aportaciones. El autor tiene el cuidado de no confundir lo político con lo filosófico propiamente dicho pero no deja de establecer su interrelación necesaria. Por otro lado, el autor establece con claridad las polémicas más relevantes y señala lo que a su juicio son las etapas de la recepción del marxismo en Latinoamérica. En este último aspecto, lo que le importa subrayar es que esta concepción, lejos de haber sido ser una calca o copia de las corrientes europeas, en los casos más creativos, se trata de una verdadera recreación de los clásicos con aportaciones originales. Agregaríamos que, con frecuencia, el autor no se limita a los filósofos sino que alude a escritores como José Martí y Ernesto Sábato. En este punto podría haber ampliado la lista a los aspectos filosóficos que se pueden descubrir en otros escritores, artistas o críticos literarios como José Revueltas, Pablo Neruda, Luis Cardoza y Aragón o a científicos sociales como Agustín Cueva, Pablo González Casanova, Sergio Bagú,  pero entonces la investigación se hubiera tenido que ampliar excesivamente.
         ¿Qué es entonces lo que aborda?
En una primera etapa que va de 1861 a 1883, fecha de la muerte de Marx destaca la interpretación de José Martí.
         En una segunda etapa que va de 1884 a 1917, aparece la lucha entre los diversos socialismos, la confrontación marxismo-anarquismo y el vínculo entre marxismo y positivismo.
         La tercera etapa, que denomina “interpretación ortodoxa” y que hubiera sido más adecuado decir “ortodoxia soviética” porque, como decía Lukács, en el marxismo, la única ortodoxia es la del método y aún éste ha sido enriquecido notablemente, analiza la fundación de los partidos comunistas en 1918-1919 a 1920.  En ella destacan Julio Antonio Mella, Víctor Raúl Haya de la Torre y la crítica de Carlos Vaz Ferreira.
La etapa de 1928 a 1930 que llama “de intento de naturalización del marxismo” está cubierta por la polémica entre Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. Aquí se refiere a la polémica entre una posición nacionalista y una indigenista.
En la etapa de 1930  a 1940 (primeras polémicas) se destaca la polémica entre Lombardo y Francisco Zamora contra Antonio Caso sobre la “educación socialista” y sobre la naturaleza del marxismo. También se alude a las posiciones de José Vasconcelos, Alejandro Korn y Anibal Aníbal Ponce.
   En la etapa que va de 1941 a 1958 y que denomina “de estancamiento dogmático” destaca la crítica de Samuel Ramos, Antonio Caso, como censuras externas y la crítica interna de Ernesto Sábato además de la contribución de Carlos Astrada.
         De 1959 a 1991, nuevos intentos de naturalizar al marxismo en donde destacan Ernesto Che Guevara, Juan David García Bacca, Adolfo Sánchez Vázquez y Enrique Dussel.
         Aquí deseo agradecer al autor que considere que la revista dialéctica que fundamos en la Universidad Autónoma de Puebla en 1976 y de la cual soy director, que la considere como es “sin duda, la mejor revista filosófica marxista del subcontinente” (p. 287) 
        
Ahora bien, ¿en qué estoy de acuerdo con el autor y en que no?

         Estoy de acuerdo en la necesidad de una lectura filosófica del marxismo que deje de lado las lecturas dogmáticas y que ponga de manifiesto las aportaciones, sin embargo, en el análisis de algunos autores falta la incorporación de otros aspectos que hubieran enriquecido el planteamiento.

         Pondré cinco ejemplos al azar: la relación entre positivismo y el socialismo en México; las concepciones de Vicente Lombardo Toledano; la falta de un análisis del desarrollo de la filosofía marxista en Cuba; la falta de un análisis del althusserianismo y el gramscismo y su diagnóstico sobre la aportación filosófica de Enrique Dussel y Adolfo Sánchez Vázquez.

1.    El tema del positivismo y su relación con el socialismo.
En México, esta relación no se presentó como en otros lados sino presentando ciertas particularidades. Se dice que el positivismo fue la ideología del porfiriato y el autor da esta afirmación por buena. Aquí habría que señalar que el positivismo de Augusto Comte fue la concepción que introdujo el gobierno de Benito Juárez a iniciativa de Gabino Barreda, con el propósito de propiciar la modernización del país y en contra de la educación religiosa que había monopolizado ese sector. En otras palabras, el positivismo comteano era el correctivo del fanatismo con que se tomaba y se toma (salvo los que adoptan una perspectiva crítica) la religión católica. Cuando muere Juárez, Barreda fue enviado al exilio y posteriormente excluido de la Escuela Nacional Preparatoria. En otras palabras, fue víctima de los cambios políticos en el gobierno que propiciaron el advenimiento de Porfirio Díaz. El grupo de la Revista Positiva (cuyo director fue Agustín Aragón) tuvo relaciones conflictivas con Justo Sierra quien era justamente el Ministro de educación de Díaz y éste, aunque sostenía una variante del positivismo como lo fue el evolucionismo de Spencer, alentó el desarrollo, nada menos que del espiritualismo de Caso y Vasconcelos basado en Boutroux y Bergson, es decir, justamente lo opuesto. Aquí cabría preguntarse si, en efecto, el positivismo era la ideología oficial del Estado y la respuesta es, en mi opinión, negativa. Considero que Sierra propicia, al final del porfiriato, una especie de eclecticismo. Por tal motivo considero que el porfiriato no tuvo una “filosofía oficial” y mas bién más bien se movió, en este terreno, en forma pragmática. El positivismo sobrevivió a la dictadura y pasó la prueba de la Revolución con las concepciones de Andrés Molina Enríquez, como pone de manifiesto Arnaldo Córdova. Lo que existió durante el porfiriato fue un una especie de dominio de los tecnócratas que el pueblo rechazaba con el nombre sarcástico de los “científicos”. Esta es una observación de detalle.

2. La educación socialista.
         Otra observación que podemos haces hacer es en torno a la educación socialista.  Fornet dice que el régimen de Cárdenas adoptó al “marxismo” como ideología oficial. Primero, la educación socialista fue adoptada antes de que Cárdenas tomara el poder. Se estableció en el artículo tercero que la educación sería socialista (no marxista, aunque ésta fuera una de sus posibles interpretaciones). En México tenemos el extraño caso de un país capitalista que impartía una educación socialista aunque ésta nunca fuera claramente definida. Fornet no menciona la raíz del debate que fue el “Primer Congreso de universitarios mexicanos” y el problema de la autonomía universitaria aunque sí hace un análisis de la polémica entre Lombardo, Zamora y Caso. Coincido con él en que no estaban hablando de algo que conocieran a fondo. Fue hasta la década de los treinta en alemán y de los sesenta en otros idiomas que se conocieron textos fundamentales para entender la profundidad filosófica de Marx como los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 o los Grundrisse.
         En lo que respecta a Lombardo Toledano, habría que agregar que, por un tiempo siguió, en teoría, la interpretación de la tercera internacional pero que debería ser considerado como uno de los autores que intentó también, a su manera, naturalizar al marxismo en su excelente y poco conocido libro llamado Corrientes filosóficas en la vida de México en donde no se observan huellas de la ortodoxia soviética.

2.    No aborda la evolución y transformación de la filosofía en Cuba.

         Una ausencia notable y extraña es el silencio con el que pasa el desarrollo de la filosofía en Cuba después de la Revolución, que, por cierto, ha experimentado una evolución interesante. En forma muy sintética diría que hay una primera etapa que implicó una gran apertura y se expresó en un amplio debate que se expresó, entre otras, en la revista Pensamiento Crítico; luego viene el período en que predominó la “ortodoxia soviética”  y la etapa actual después del derrumbe del llamado “socialismo real” en que se han desarrollado iniciativas diversas como sería la del estudio del desarrollo de la filosofía latinoamericana. Todo ello se puede encontrar en examinado las revistas Islas, Revista Cubana de Ciencias Sociales, Contracorriente, Casa de las Américas y Marx Ahora, así como en la obra de autoras (es) como Zaira Rodríguez Ugidos, Isabel Monal, quien publicó una antología titulada Las ideas en América Latina (dos tomos, Casa de las Américas, La habana, 1985); Pablo Guadarrama (Marxismo y antimarxismo en América Latina,INCCA –UCVSC, 1990), José Ramón Fabelo (sus análisis en torno a la axiología) y muchos otros.

4. El althusserianismo y el gramscismo.

En el caso de México, el autor no aborda tampoco el desarrollo de corrientes como la althusseriana, que tanta importancia tuvo y que inclusive llegó a ser hegemónica desde la segunda mitad de los sesenta hasta fines de los setenta y entre las que habría que destacar las aportaciones de a Carlos Pereyra, Enrique González Rojo, Raúl Olmedo y otros. En la década de los ochenta fue muy importante la obra de exiliados argentinos como Juan Carlos Portantiero, Emilio de Ípola, José Aricó y Oscar del Barco. Pero también tendrían que comentarse dentro de esta corriente a Francisco Piñón, Dora Kannoussi, Nelson Couthino, Miriam Limoeiro y muchos otros más.  
 En un trabajo publicado en Cuadernos Americanos (incluido en este volumen) he puesto de relevancia los paralelismos entre Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui.


5. La obra de Enrique Dussel y Adolfo Sánchez Vázquez.

Estoy de acuerdo con la tesis de Fornet en el sentido de que es necesario un proceso de transformación de la filosofía marxista. El problema sería reflexionar sobre las características de dicha transformación.
El primer caso de la misma la representa la obra de Adolfo Sánchez Vázquez. En torno a este autor pondera positivamente diversos aportes sobre las ideas estéticas de Marx y en torno a la filosofía de la praxis aunque no profundiza sobre esta concepción en que se pone de manifiesto la centralidad de la praxis y sus consecuencias revolucionarias; no considera su periodización sobre la recepción del marxismo en Latinoamérica; no se refiere a los análisis que ha hecho del marxismo latinoamericano (Mariátegui, el Che, la Revolución Cubana, Eli de Gortari, José Revueltas y otros); no toma en cuenta las polémicas que tuvo con Luis Villoro sobre dos temas cruciales, “finalidad y causalidad en la historia” y la relación entre “filosofía e ideología” y no habla de su aportación en los terrenos de la estética contemporánea y la ética.

El segundo caso es el de Enrique Dussel a quien dedica un amplio análisis. En mi opinión, la reflexión de Dussel sobre las obras de Marx es importante y está requiriendo un dilatado análisis, sin embargo, es necesario distinguir entre un autor que, como Sánchez Vázquez, se asume como marxista y busca ampliar y profundizar este paradigma en forma abierta, crítica y autocrítica, y otro autor, como Enrique Dussel que sólo toma algunos aspectos del planteamiento del clásico desde la perspectiva de la filosofía de la liberación sin tomar en cuenta que el marxismo es, o debería ser, una filosofía de la liberación. La pregunta es ¿por qué esa variación? Trataré de explicarme: autores como Lukács, Gramsci, Althusser o Brecht, se asumen como marxistas, a pesar de que utilizan diversas tradiciones teóricas pero su intención es desarrollar este paradigma, en cambio, otros autores como Sartre o Marcuse (sin que ello signifique ningún demérito para nadie) toman aspectos del pensamiento de Marx para incorporarlos a su propia concepción. El ejemplo de Sartre es paradigmático: se presentó humildemente como “ideólogo” y seguidor de Marx, sin embargo, no siguió los criterios metodológicos propuestos por Marx sino unos de su propia creación (por ejemplo, no habla del carácter dominante de las relaciones de producción; en lugar de lucha de clases “grupos en fusión” o lo “practico inerte” o la irreductibilidad del individuo). Esto quiere decir que Sartre sostiene las posiciones del existencialismo y no del marxismo. ¿Esto quiere decir que no debemos apreciar las importantísimas críticas de Sartre? Todo lo contrario, se requiere beneficiarse de ellas e incorporarlas pero sin perder ciertos criterios de identidad. Dussel lee a Marx desde claves levinasianas y teológicas y esto le lleva a aceptar unas tesis y rechazar otras como las del materialismo. En este sentido ¿podríamos decir que se trata de una transformación del marxismo o de la propia filosofía de la liberación? Un ejemplo más, Joseph Ferraro (infortunadamente ya fallecido)  publicó textos excelentes sobre Marx como Libertad y determinismo en la historia según Marx y Engels pero él mismo escribió que era teólogo de la liberación y seguidor del místico San Juan de la Cruz. Entonces, Ferraro fue un teólogo de la liberación que escribió textos sobre Marx y que se benefició de sus planteamientos.

                  Fornet se pronuncia por un marxismo plural y yo estoy de acuerdo con él. Dentro del marxismo ha habido versiones diversas que han sido productivas. Un ejemplo de ellas es el marxismo historicista; el marxismo epistemológico o el marxismo analítico pero no puede darse cuenta adecuada de dicha pluralidad si no se hace justicia a los autores, a pesar de las diferencias que tengamos con ellos.
         Pero ¿cuál es la postura de Fornet, en última instancia?

En los últimos parágrafos de su observación final se dice: “abogamos, por lo tanto, por la continuación de la tradición crítico-racional en el “marxismo”latinoamericano, pues no debemos ignorar que la crisis del “marxismo” no es tanto la crisis de su “núcleo racional”, como más bien el resultado de una evolución compleja en cuyo curso –para mencionar ahora solo el aspecto filosófico de esta evolución- se fue marginalizando y oprimiendo el desarrollo auténtico, libre, de la racionalidad crítico-ética, que reclamaba el “núcleo racional” (p.353).
        
Estoy plenamente de acuerdo con él y sobre todo cuando dice que un aspecto del núcleo racional es la relación dialéctica entre conocimiento científico y crítica ética, sin embargo, Fornet no alude a una temática muy necesaria y que ha estado abriéndose paso en todos estos años y que es la filosofía política. Aquí es clave el tema de la relación específica entre Marx y América Latina; la problemática de una modernidad alternativa analizada por Bolívar Echeverría, a quien no cita; la temática de la democracia; las concepciones del estado y de la ideología y finalmente una concepción de la utopía que sea un ideal que sirva de crítica de la existente sin perder conciencia de su carácter utópico y en definitiva, irrealizable. Me refiero a la utopía como la entienden Ernst Bloch o Franz Hinkelamert.

         A pesar de las anteriores observaciones que implican que el tema debe ser sometido a un largo debate, Raúl Fornet-Betancourt ha hecho una definición que corresponde al proceso actual: a pesar de las múltiples dificultades que ha encontrado el marxismo en general y su aspecto filosófico en particular que han implicado una severa represión política, ideológica y cultural, ha desarrollado una veta creativa y que tiene ya una tradición digna de ser considerada, mantenida y renovada. 

(*) Publicado, en su primera versión, en el libro Esbozo histórico de la filosofía en México (siglo xx) y otros ensayos. CONARTE/UANL, Monterrey, 2005