viernes, 13 de julio de 2012

¿hay democracia en México? Tercera parte por Gabriel Vargas


(3) de la serie
¿HAY DEMOCRACIA EN MÉXICO?
“La democracia simulada”

Por Gabriel Vargas Lozano
Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I

Para saber si hay democracia o no en un país debemos definir primero qué entendemos ella. En las últimas décadas, en nuestro país, la concepción dominante de la democracia en los medios de difusión masiva, se ha concentrado en la elección de gobernantes mediante el voto y aunque este es uno de los actos que deben tomarse en cuenta, no es el único ni el más importante. En efecto, para hablar de una auténtica democracia se requiere el cumplimiento de una serie de requisitos que se han venido formando a través de muchas luchas. El sociólogo británico David Held, publicó hace tiempo un buen titulado Modelos de democracia, en donde habla de las grandes batallas que se han efectuado para ir perfeccionando esta forma de gobierno. Held define primero lo que era la democracia clásica griega; siglos más tarde, la democracia liberal con dos variantes: la democracia protectora cuyo autor es John Locke y la desarrollista de John Stuart Mill; la democracia directa propuesta por Rousseau; la “democracia” elitista competitiva analizada por Schumpeter y Weber; la participativa, la legal, el pluralismo democrático y lo que él llama “autonomía democrática” pero aún podemos mencionar otras como la democracia procedimental; la radical y la comunicativa. Algunas de estas formas se han plasmado en la realidad pero otras son sólo propuestas para llevarse a cabo en el futuro, sin embargo, como veremos más adelante, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la democracia sufrió una severa distorsión hasta dejarla en el estado actual en que se encuentra.  
¿Qué es o debería ser la democracia?
En primer lugar, la democracia es  “una forma de gobierno mediante la cual, los ciudadanos disponen de un conjunto de procedimientos efectivos para poder defender sus derechos individuales y colectivos y decidir sobre los grandes problemas que afectan a todo el conjunto social”.
Los procedimientos democráticos son todos aquellos que se realizan en defensa de los derechos en pro de la libertad y la igualdad. Si la democracia se reduce a elegir gobernantes y representantes mediante un acto que dura 30 segundos mientras se cruza la boleta, dicha democracia es muy pobre y más si este acto se encuentra fuertemente condicionado por los poderes “tras las urnas”.
La democracia liberal se reduce a elegir representantes al congreso o gobernantes pero la democracia debería ser toda una cultura que debería llevarse a cabo en toda la sociedad: en la familia, la Iglesia, el ejército, los partidos, los sindicatos, las fábricas, el gobierno, los sistemas educativos, los medios de comunicación, etc. 
La existencia de un proceso electoral en medio del autoritarismo ambiental no conduce a una auténtica democracia.
Algunos dirán que una democracia de esta naturaleza sería utópica pero aquí la estamos tomando como un ideal a alcanzar y que sirve para medir si estamos avanzando o no en un sentido democrático o retrocediendo a formas autoritarias.
Para que exista democracia, debe existir ciudadanía, es decir, un conjunto de individuos adultos que conocen sus derechos y obligaciones. Lamentablemente, en nuestro país, a gran parte de la población la han mantenido tanto el gobierno como los sectores de poder, en el analfabetismo funcional o cultural. La inexistencia de una cultura política junto a una gran pobreza, conduce a los individuos a vender su voto, como hemos tenido conocimiento, en todas las elecciones que se han realizado en nuestro país. Aún más, un gran porcentaje de los votos son comprados mediante dinero, materiales de construcción, despensas, etc. “Alianza cívica” reporta que en estas elecciones del 1º de julio, 28.4% de los votantes fueron objeto de compra-venta y la cifra alcanzó en Chalco el 56.8% y en Toluca 42.3%. Mientras esto exista (y ahora la novedad es el pago del voto a través de monederos electrónicos) no se puede hablar de democracia.
Tampoco se puede hablar de democracia si los líderes sindicales exigen a sus agremiados que voten en cierta dirección y peor aún, si estos últimos lo hacen por temor a perder su trabajo o sus posibilidades de desarrollo futuro. Así ha ocurrido con la mayoría de los sindicatos desde hace años. Esto se logra cuando una determinada corporación tiene en su servicio tanto a la parte patronal como a la trabajadora. Un ejemplo muy grave fue el ocurrido en 2006, cuando Felipe Calderón entregó a doña Elba Esther Gordillo, nada más y nada menos que el control de la subsecretaría de educación básica, con lo cual la lideresa controló los dos lados de la negociación convirtiéndose en juez y parte. Entonces que no se extrañen que nuestro país se encuentre en el fondo de los países que conforman la OCDE, en materia de educación.   
Los grupos corporativos se encuentran en todas partes: en el sindicato petrolero, en la CTM, en el Congreso del Trabajo, en las Universidades, en los partidos y en los gobiernos. El control que ejercen sobre los afiliados, es canjeado por puestos para los dirigentes y aumentos en los presupuestos.
Lo mismo pasa, como hemos mencionado en un artículo anterior, con los medios masivos de comunicación. El gobierno dejó en manos de dos grupos (televisa y tv azteca) el poder de orientar a la mayoría de la población. ¿Esta es democracia? Yo creo que se trata de un inmenso atraco en contra de la población ya que tienen el control de la información y de la comunicación que se difunde. Afortunadamente existe el internet pero éste solo llega a un número limitado de personas.     
La votación y el recuento de votos es el último acto de la democracia pero este último acto no es significativo si los votos no son producto de la libertad del ciudadano sino de la manipulación, la coacción y la compraventa. ¿Qué recuenta el IFE? ¿el número de votos mal habidos?
La verdad es que la oligarquía gobernante no ha permitido que la izquierda llegue al poder, por más garantías que ésta le ha dado de que no tratará de construir una sociedad socialista sino apenas un capitalismo en donde exista cierta equidad. Tres ejemplos del control que ejerce han sido: el primero fue el de las elecciones de 1988 que fueron un escandaloso fraude reconocido posteriormente hasta por Miguel de la Madrid; el segundo, fue en las elecciones federales de 2006, en que no se permitió el recuento total de los votos emitidos y el Tribunal Electoral dio el triunfo a Felipe Calderón y el tercero fue el pasado 1º de julio en que se realizaron unos comicios plagados de irregularidades y apenas supo de una ventaja para su candidato, lo proclamó vencedor.         
Pero además, en nuestro país no existen las figuras legales de Plebiscito, consulta popular e iniciativa popular y revocación de mandato que constituyen estos procedimientos a los que aludimos al principio y que permiten la incidencia de la ciudadanía en sus propios destinos. Andrés Manuel López Obrador había prometido establecerlos.
Por tanto, no nos engañemos, en México no hay democracia sino traspaso del poder de arriba abajo en todos los ámbitos de la sociedad. Eso es lo que Joseph Schumpeter llama “elitismo competitivo”: las elites del poder se ponen de acuerdo y proceden a legitimar su decisión mediante diversas estrategias psicológicas y mediáticas de convencimiento de la ciudadanía. Esto también ocurrió en las recientes elecciones generales pero la novedad es que las élites del poder (aparente o realmente) dejaron fuera de su decisión final al actual Presidente porque consideró que su candidata no garantizaba ni la seguridad ni el desarrollo de sus negocios.   
Frente a esta situación tenemos tres grandes tareas enfrente:
Una: denunciar la democracia simulada y establecer formas auténticas de democracia;
Dos: construir un frente que se oponga a la continuidad del neoliberalismo que ya ha sido anunciado por Peña Nieto mediante la venta de la industria petrolera; fragmentación de la jornada de trabajo; aumento del IVA y privatización generalizada.
Y tres: que se haga una extensa labor de concientización y  de organización para la defensa de los intereses de las mayorías. Necesitamos una verdadera cultura democrática.                 
   
México, D.F.  10 de julio de 2012
   

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