(4) de la serie
¿HAY DEMOCRACIA EN
MÉXICO?
La importancia y
profundidad de la lucha por la democratización de los medios masivos de
comunicación.
Por Gabriel Vargas Lozano
Desde sus inicios, el movimiento
“#YoSoy132” ubicó como uno de sus objetivos principales la lucha por la democratización de los medios de
comunicación. Esta lucha ha tenido, recientemente, una importante expresión
a través de la “toma virtual” de las instalaciones de Televisa ubicadas en la
calle de Chapultepec de la Ciudad de México, del jueves 26 al viernes 27 de
julio, hecho que fue explicado a través de un escrito publicado por La Jornada (sábado 28 de julio). En ese
documento se expone, entre otras cosas, la forma en que el gobierno y su
partido (el PRI) establecieron, desde la década de los cincuenta, una alianza
con Emilio Azcárraga Vidaurreta, para controlar la información que se difundía
a través de sus empresas de radio y televisión y que ha continuado hasta la
actualidad mediante los acuerdos entre Azcárraga Jean y Enrique Peña Nieto.
Aquí encontramos una primera razón
de la importancia de la lucha por la democratización de los medios masivos de
comunicación: durante décadas, los medios estuvieron controlados por el
gobierno y dicha empresa impidiendo en forma arbitraria que los ciudadanos
tuvieran a su disposición las informaciones necesarias para formarse un
criterio propio.
A pesar de lo anterior, en el sector
de la prensa escrita pudieron ver la luz pública algunos periódicos y revistas
críticos como la revista Política dirigida
por Manuel Marcué Pardiñas, quien terminó en prisión a causa de la represión
del movimiento de 1968 y el periódico Excélsior
dirigido por Julio Scherer y quien fue
finalmente expulsado de la dirección del periódico mediante una trampa
organizada desde la presidencia de la República a cargo de Luis Echeverría
Álvarez. Hoy se ha abierto un poco más
el espectro con periódicos como La
Jornada y revistas como Proceso,
sin embargo, en los sectores del radio y la televisión se mantiene un fuerte
control y las voces críticas se reducen a Carmen Aristegui en el radio.
En lo que se refiere al radio y la
televisión, todo mundo sabe lo que ha pasado: el gobierno de Carlos Salinas de
Gortari, otorgó las principales concesiones a dos grupos: el presidido por Salinas
(Azteca) y el presidido por Azcárraga Jean (televisa) y para que esta medida
tuviera el efecto deseado, los medios oficiales
han disminuido o mediatizado su intervención.
Aquí encontramos la segunda gran
causa de la importancia del movimiento democratizador. En virtud de que la
mayoría de los mexicanos comenzaron a informarse a través de la radio y la
televisión en forma preferente, estos medios se convirtieron en la forma
privilegiada para la manipulación de la opinión pública y por tanto, en la pieza
clave para lograr el poder político.
La disminución de la actividad de
los medios de comunicación oficiales implicó, por un lado, que se perdiera el
fin social que debería tener el estado y la subordinación de éste, a los intereses
de la iniciativa privada. Este hecho es muy grave debido a que mientras el
Estado debería preservar su fin de servir a toda la sociedad, el único y más
importante fin de las empresas privadas es la ganancia y por tanto, todas sus
actividades están dirigidas a lograrlo. Es por ello que los contenidos de la televisión
privada están dedicados al entretenimiento y la difusión de los valores
mercantiles. El Estado, al ubicar a sus propios medios en esta dirección lo
único que hizo fue profundizar el proceso de analfabetización de los mexicanos.
Pero
el problema puede ser más grave, si vemos este asunto desde el punto de vista
de la ciencia y en específico de la neurobiología. El poder de los medios
electrónicos no proviene solamente de los fines señalados sino de la aplicación
de una serie de descubrimientos científicos que han permitido que los mensajes transmitidos
por la televisión penetren más en el sector de nuestras emociones y
sentimientos que en el sector de la conciencia y del raciocinio. Me explicaré:
la neurobiología del cerebro ha descubierto el sistema límbico que está
integrado por el tálamo, hipotálamo, hipocampo, la amígdala, cuerpo calloso,
septo y mesencéfalo. Su función es la integración de la memoria, los instintos
sexuales, las emociones, la personalidad y la conducta. La “amígdala” está
vinculada a nuestra capacidad de responder inmediatamente en forma emocional a
los estímulos. Se trata de un mecanismo defensivo muy primitivo y extraordinariamente
necesario para advertir, por ejemplo, una amenaza externa a nuestra integridad
personal o inclusive a la propia existencia. En ese mismo sentido, una melodía
puede suscitar en nosotros estados de ánimo diferentes como los de la alegría,
tristeza, euforia, tranquilidad, etcétera. Esta melodía toca nuestras fibras
sensibles antes de que el cerebro acceda al proceso complejo de la conceptualización
o racionalización. Por otro lado, tenemos en el cerebro otra zona denominada “hipocampo”
que guarda los recuerdos de hechos que nosotros presenciamos o imágenes que son
transmitidas por la televisión pero que nosotros guardamos como recuerdos
propios. Todo esto lo han estudiado con
detalle los neurobiólogos y a partir de ellos, los comunicólogos, los sociólogos
y los psicólogos y han utilizado estas informaciones para manipular las
capacidades naturales del individuo de manera absolutamente perversa. El
ejemplo más terrible lo pone Al Gore, en su libro El asalto a la razón. Como sabemos, George W. Bush, le robó las
elecciones presidencias a Al Gore mediante maniobras fraudulentas efectuadas
por su hermano que era el gobernador de Florida y que fueron legitimadas por la
Suprema corte de la nación (¿les recuerda algo que nos ha ocurrido?) Y en ese libro, quien fuera Vice-Presidente de
los Estados Unidos expone la forma en que el gobierno de Bush manejó, por un
lado, la ignorancia de la gente fomentada por la televisión en el sentido de
que Saddam Hussein no sólo había sido partícipe del atentado a las Torres
gemelas de Nueva York sino que tenía armas de destrucción masiva que podían ser
empleadas en contra de los ciudadanos norteamericanos. Esta manipulación del
miedo que resultó ser una inmensa mentira, fue el pretexto para masacrar al
pueblo de Irak y quedarse con sus yacimientos petroleros. Lo que se hizo en esa
ocasión fue utilizar el miedo y provocar una reacción claramente dirigida en
contra de un pueblo. Hasta aquí Al Gore.
Ahora bien, afortunadamente el
pueblo mexicano no ha practicado el imperialismo, sin embargo, los grupos de
poder sí han utilizado formas sicológicas que al combinarse con la
desinformación y la pobreza de las mayorías, tienen un efecto dañino en muchas
persona: pensemos solo en el slogan que se utilizó en el 2006, en el sentido de
que “Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México lo que,
afortunadamente, el propio Andrés Manuel neutralizó en la campaña electoral que
acaba de terminar en su fase electoral.
Lo que ha venido a complicar las
cosas para los que desean controlar la circulación de la información ha sido el
uso del internet y todas sus posibilidades (correo electrónico, blogs, páginas
electrónicas, facebook, tweeter, podcast, etc.) debido a que, hasta ahora, estos
medios no han podido ser controlados aunque sí vigilados. Aquí desembocamos en
una contradicción más del sistema: por un lado, requiere el sometimiento
enajenado de los ciudadanos y por otro, necesita también vender los aparatos
electrónicos y todo tipo de servicios requeridos por la comunicación actual.
Esa contradicción pretende ser controlada por la famosa firma del acuerdo ACTA.
Por tales motivos, la democratización de los medios masivos de comunicación es
la base fundamental de la libertad ciudadana.
Todo lo anterior lleva a la necesidad de que se
efectúen tres operaciones: en primer lugar, que los medios masivos de
comunicación en manos privadas, se vean en la necesidad de abrir opciones para
que se reflejen otras posturas científicas, políticas, filosóficas y críticas y
no practiquen tan descaradamente el amordazamiento represivo de la opinión
pública; en segundo lugar, la necesidad de que los medios al servicio del
Estado, no se manejen como un bien privado sino como un medio a favor de la ciudadanía
en general y en tercer lugar, la importancia de abrir nuevos espacios, estos
sí, plenamente ciudadanos para que la gente, ahora sí, pueda elegir lo que le
interese. La democratización de los medios es una de las simientes fundamentales
de una verdadera democracia.
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